Se cierra en los próximos días un ciclo clave en la historia reciente del país, con el fin del mandato del presidente Juan Manuel Santos. No voté por él en primera vuelta, pero no tarde en comprender su intención de terminar el conflicto armado con la antigua guerrilla de las Farc y de construir una paz estable y duradera. Desde esa consciencia voté por su reelección. El año pasado tuve oportunidad de estar presente en el Acto final de la guerra, en Mesetas, Meta, un encuentro emocionante donde los ex combatientes -hartos de la guerra como la mayoría de los miembros de las Fuerzas Armadas y de la ciudadanía en general- manifestaban su alegría de regresar a la vida civil y participar en el juego democrático, el que tenemos, con sus defectos y sus virtudes. Nadie dijo que el tránsito hacia la paz fuese fácil: por el contrario, ha tenido y sigue teniendo todo tipo de obstáculos. Tal vez no hemos comprendido aún que es un proceso, que tiene sus propios ritmos, que presenta avances y retrocesos, que es imperfecto, como la existencia misma. Sin embargo tal imperfección ha mostrado buenos resultados, en medio de las luces y las sombras que conlleva todo proceso humano.
En días pasados se presentó la Biblioteca del Proceso de Paz con las Farc, una serie de diez tomos en los que se da cuenta pormenorizada de todas las etapas de esta travesía que permitió que las Farc cesaran el fuego de la guerra, se desmovilizaran, entregaran las armas y se incorporaran a la vida civil como partido político, lo mejor que puede suceder cuando no hay derrota militar -como no la hubo en Colombia- y se logra una terminación del conflicto armado por la vía de la negociación. Fue la mejor negociación posible, nada es perfecto y aún hay muchos retos por delante, más con el regreso sistemático del asesinato de líderes sociales y todo lo acordado que no ha podido implementarse, pero que se podría si hay voluntad política en el siguiente gobierno. Terminar una guerra no es sencillo, mucho menos para las víctimas de siempre: campesinos despojados de sus tierras, población afrodescendiente en condiciones de marginalidad; mujeres abusadas y oprimidas; poblaciones diversas negadas y mancilladas; y ciudadanos como usted o yo que tenemos derechos y deberes.
Honro aquí al presidente Santos, al jefe negociador Humberto De la Calle y a todos los miembros del equipo negociador. Es innegable la disminución en los secuestros, los combates, los heridos por minas antipersonal o los miembros de nuestras Fuerzas Militares atendidos en el Hospital Militar. Más allá de que simpaticemos o no con Juan Manuel Santos, la realidad muestra resultados contundentes que nos han permitido avanzar hacia la construcción de una paz para todos, pues todos somos uno y la realidad fundamental es la unidad. De este proceso aprendemos constancia, perseverancia, compromiso, voluntad y concreción. Cada quien tiene aprendizajes diferentes; le invito a que reconozca qué puede aprender usted de este proceso.