Por muy variadas, trascendentales y urgentes realidades, por las que pasamos Pastores y fieles de la Iglesia de Cristo, se piden fervorosas campañas de oración, o “ramilletes espirituales” de amplio contenido. Vienen épocas de la humanidad y de la Liturgia de gran relieve, con llamado a disfrutarlas a fondo, con especiales detalles que ayudan a vivirlas más de lleno, con decidido impulso hacia épocas de más grandes alegría y esperanza.
Hay una serie de aspectos hacia los cuales urge esfuerzo de todos los humanos para salir adelante, como los problemas climáticos y la propensión a guerras entre los pueblos, para cuya solución se clama por campañas de oración, para que mueva Dios mentes y voluntades a buscar entendimiento, y no absurdas enconadas guerras. Pero ese aludir a la oración debe ir acompañado de profundas convicciones, y análisis de los hechos con serenidad, inteligencia y decisión.
Ha venido a mi pensamiento un discurrir sobre comportamientos humanos, buenos y aún desbordados, que, debidamente aprovechados o rechazados, van llamados a comprender que no solo preces sino conductas, serenamente reflexivas, se conviertan en ramilletes de valores espirituales, que asumidos, llevan a sorprendentes soluciones.
Es que cuando se piensa a fondo en la repercusión en la vida de las practican de virtudes cristianas, asumirlas con decisión, o cuando el horror al vicio y al pecado saltan a la vista, se presentan como sendas iluminadas para seguirlas con decisión, con segura esperanza de salir aún de abismos, con serie de decisiones que van formando manojo valioso de flores espirituales de amplio valor y benéficos resultados.
El anciano Simeón enfocó su vida en la espera del Redentor, y el ladrón arrepentido del Calvario, se ganó el cielo con la confesión dolida de sus culpas. Dos caminos de superación y venturos encauzamientos de la vida. ¡Qué feliz fin un oportuno arrepentimiento, pero “qué lamentable final de un sabio Salomón, quien, a pesar de tantos dotes recibidos de Dios, termina hundido en lujuria e idolatría! (II Rey. 11,1-11). “Nunca hay razón para desesperar”, dice el Manual de ese sencillo y eficaz método apostólico la Legión de María. Pero, nada de abusar de la misericordia divina, y nunca dudar de su perdón ante un sincero arrepentimiento.
Con fresco y abundante ramillete espiritual por el bien de las familias, por el reinado del amor y de la justicia en el mundo, seguimos insistiendo en prácticas espirituales de infinito valor, al lado de grandes decisiones inspiradas en los mejores empeños de toda la humanidad. Enumeremos algunas de las más valiosas: Participación frecuente en celebraciones eucarísticas; rezo del Santo Rosario, al menos una parte diaria; frecuentes jaculatorias dando preferencia a la señal de la Santa Cruz, en destacados momentos del día; recitación frecuente de esas jugosas preces de precioso contenido, como son el “Padre Nuestro” y “Ave María”. Es apretada síntesis de cuanto conforma un “gran ramillete espiritual”: la vida en gracia, con cumplimiento fiel de los Mandatos divinos.
Celebrada con especial devoción, la Semana Santa, ahora, con las anteriores reflexiones, a continuar en perenne celebración: una fe traducida en obras.
*Obispo Emérito de Garzón
Email: monlibardoramirez@hotmail.com