El año anterior conmemoramos con fervor patrio el bicentenario del final glorioso de la Campaña Libertadora de nuestra Patria (07-1819). Este año 2.020 revive ese fervor al conmemorar 2010 de ese memorable 20 de julio, con símbolos de recordatorios como la Casa del Florero en esquina de la plaza mayor de Bogotá. Los nombres de Antonio Villavicencio, Francisco y Antonio Morales, José Acevedo y Gómez, del agitador popular José María Carbonell, Camilo Torres, del canónigo Andrés Rosillo y 17 sacerdotes más firmantes del Acta de la Independencia más todos los firmantes de esa Acta son nombres, que despiertan en nuestra mente y corazón afecto y gratitud.
Pero no basta un romántico fervor patrio anclado en el pasado, así sea tan noble y justo, sino que así como hace un año invitábamos a “nuevas marchas libertadoras”, ahora hemos de emitir sonoros “gritos de Independencia” de las cadenas de todo mal y de corrosiva corrupción, más rechazables que las que buscaban romper los patriotas en las que los tenían atados los gobiernos coloniales. Son cadenas que con el grito de testimonio honesto, con desinterés personal y político propicien obras de bien que exigen notables sacrificios, con firme honor a la verdad, y rechazo de todo dolo y engaño.
Es momento de que no sólo se reclame sino que se practique la solidaridad en el actuar, y, en las mismas privaciones, pensar en lo que más convenga no sólo a lo personal sino en lo del prójimo y de la comunidad; si es permanente grito de la rectitud y de la caridad vividas que, se cultiven en todos los ambientes para transformación universal que traiga gozo estable.
Hay cadenas esclavizantes que es preciso romper si queremos el verdadero bien personal y comunitario, así aparezcan como criterio para el vivir humano pues son al fin causantes de atraso y de guerras. Si queremos estable bien, y construir una sociedad próspera, es preciso romper el egoísmo, los odios y resentimientos, el abuso de los bienes en provecho propio y con daño de los demás. Del desprendimiento, la honestidad y la generosidad vendrán días mejores para todos, y libertad de actitudes esclavizantes portadoras solo de atraso ruina e íntima tristeza.
Si lanzamos gritos de independencia que no tengan en cuenta las anteriores sensatas reflexiones, y sean sólo lastimeros acentos sin serios propósitos de amor y sacrificios ante ineludibles exigencias, nos acontecerá como a nuestros admirados héroes de la Independencia que pronto cayeron en notorias fallas que han llevado a calificar su época de “patria boba”. Los hechos subsiguientes al 20 de julio, vividos con personalismos, consiguieron encontrarlos débiles frente a la reconquista de Pablo Morillo. Lamentablemente algunas páginas de nuestra historia, por no dar gritos de permanente honestidad e impregnados de depurado ánimo de bien, pueden calificarse de idéntica manera.
Que echemos adelante un país mejor, sin triste y ridículas polarizaciones y falta de unidad para afrontar la problemática nacional. ¡Adelante con gritos de verdadera y estable independencia! Más que en errores de los demás es preciso pensar en superar los propios, con necesarios sacrificios, y no quedarnos en fervorines pasajeros.
*Obispo Emérito de Garzón