GUILLERMO FRANCO CAMACHO | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Octubre de 2011

Ramírez O

 

EN  la revista Fortuna (No. 8, mayo 15/junio 15, 1997) aparece el reportaje “Jugarle a la paz. Un buen negocio” concedido por Augusto Ramírez Ocampo, Canciller recientemente fallecido. Conviene tener presente la época, o sea, antes de la presidencia de Uribe Vélez, y precisar la evolución en las condiciones requeridas para lograr la paz en nuestro país. Queda claro que dicho objetivo requiere voluntad política, lo cual no sorprende. Sí llama la atención su reconocimiento de la existencia de un conflicto interno armado en lo que se anticipó al actual régimen presidencial y se opuso al ex presidente Uribe. ¿Por qué tal tesis? Se está frente a un buen negocio: expectativa de desarrollo económico espectacular y ser la ruta más segura para derrotar el narcotráfico. Se requieren grandes concesiones sociales frente a la subversión y, después, atacar la delincuencia común y limpiar la imagen mundial; podría objetarse que estos fines pueden enfocarse al unísono y no en secuencia.
Falta el enfoque del postconflicto diseñado en la Universidad de los Andes. Desde luego, es pertinente lo relativo a las concesiones y, al respecto, se ha sugerido lo siguiente en esta columna: establecerlas, a través del Congreso, durante el conflicto. No indica el entrevistado el momento adecuado, bajo el ángulo militar, para buscar la paz pero sí señala que se estaba en la transición en que la guerra interna pasaba de ser responsabilidad militar a serlo del país. Sostuvo que la paz se lograba mediante negociación y no por la vía bélica: ninguno de los dos bandos había sido capaz de vencer al otro. Esta posición es razonable y hoy tiene adherentes. Cabe señalar, sin embargo, que se han dado ocasiones para iniciar un proceso exitoso y se han desaprovechado: la masacre de partidarios y dirigentes de la Unión Patriótica y, también, la fase del Caguán.
Ramírez finaliza la enunciación de requisitos con la aceptación mutua de la legitimidad para tratar y negociar, “lo cual equivale a darle personería a la guerrilla”. El Canciller agrega que la subversión tiene un fondo político, pese a involucrarse con el narcotráfico, secuestros, extorsiones, etc.; acude a estos procedimientos en aras de conseguir financiación pero no abandona la consecución del poder, es decir, el propósito político.
Se profundizará, en otra oportunidad, acerca de los requisitos en desarrollo de negociaciones formales.