GUILLERMO FRANCO CAMACHO | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Octubre de 2011

 

Angelino
 
El vicepresidente Angelino Garzón es la voz ocasionalmente discrepante en el Gobierno nacional. Juan Manuel Santos lo escogió como compañero de fórmula, lo cual fue un error y es su culpa. Podría aplicarse la solución de nombrarlo Embajador y, de no aceptar, dejarlo sin funciones y esperar que renuncie. Dijo Gabriel Melo Guevara: “El problema no es Angelino sino la vicepresidencia. No es la persona sino el cargo”. Sugirió eliminar la vicepresidencia y volver al Designado. Sin embargo, cabe otra vía: la habilidad diplomática del Presidente. 
Lo comentado es la visión constitucional y conviene resaltar el ángulo de la política económica que tiene las siguientes finalidades: disminuir la inflación, aumentar el empleo y el desarrollo económico y reducir la inequitativa distribución del ingreso. Angelino se ubica en la última variable, en el tema de la pobreza, pero no considera aspectos tratados por el Departamento Nacional de Planeación y resumidos por su Director, Hernando José Gómez, en reportaje a Yamid Amat. Hay cuatro grupos sociales, según familias de cuatro personas: extrema pobreza, pobreza, clases medias y alta. El primer núcleo llega hasta $ 300.000 de ingreso familiar mensual y cubre al 5% de la población, o sea, 5,5 millones. El ingreso familiar mensual del segundo grupo oscila entre más de $ 300.000 y menos de $ 750.000 y abarca al 17, 5% de la población. Las clases medias tienen un ingreso familiar mensual mayor a $ 750.000 para beneficio del 55% de los colombianos.
Hernando José Gómez señala tres causas para la desigualdad en que Colombia aparece en los diez peores lugares del mundo con nueve naciones africanas: el analfabetismo, la informalidad y la calidad de la oferta pública de los servicios sociales. Gómez resalta dos consecuencias. Una familia pobre, afiliada al régimen subsidiado, puede verse obligada a sacrificar la salud en pro de la alimentación, en especial de incurrir en gastos de transporte. Luego indica que “El 85 por ciento de la capacidad de aprendizaje de un niño se da en los 5 primeros años de vida”. Gómez no profundiza en el deprimente corolario de esta observación que puede extenderse a las capas bajas de la clase media. El coeficiente de Gini, en magnitud de 0.56, confirma la acentuada desigualdad prevaleciente y tiende a confirmar una antigua hipótesis personal: los gobernantes colombianos no se preocupan por la inequitativa distribución del ingreso.