GUILLERMO FRANCO CAMACHO | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Junio de 2014

Predicción

 

No  se formuló predicción alguna respecto de la primera vuelta de las elecciones presidenciales porque hace  tiempo se incurre en imprecisión, lo cual no impide el derecho a opinar.

El primer ejemplo es constituido por Horacio Serpa; se votó a su favor en todas las ocasiones en que aspiró a la Presidencia y siempre perdió. El segundo caso cubre al proceso en 2010; se fijaron criterios para cumplimiento por parte del primer magistrado de la nación: formación como economista y entendimiento y  experiencia en la actividad bélica. Se pensó, en orden decreciente, en Rafael Pardo, Juan Manuel Santos y Marta Lucía Ramírez; Pardo tenía práctica exitosa y logros bibliográficos que permitían pensar en capacidad para transmitir conocimientos pertinentes. Los méritos de Santos fueron evidentes más tarde en escala menor y, salvo mejor concepto, Ramírez ocupaba el tercer lugar; Santos triunfó imponiéndose a Antanas Mockus. Se prefirió a este último por ser el faro ético de la política en nuestro país.

Se deduce lo obvio: Santos no es uno de los políticos respaldados usualmente por quien escribe e influye su capacidad para elaborar conceptos imprudentes, errados como la subestimación del movimiento agrario. Se requiere, para apoyarlo, que el oponente, o alguno(s) de ellos, sea tanto o más criticable y eso ocurre con Álvaro Uribe. Pese a lo dicho, se coincide con su enfoque sobre la paz.

Sin embargo, Uribe es un fenómeno político y, de no existir obstáculos constitucionales, sería presidente permanente de Colombia como habría sido Hugo Chávez en Venezuela. Su personalidad cautivó al elector colombiano y su popularidad podría disminuir a ritmo anual infinitesimal; no agradan los caudillos quienes fueron inconvenientes, en términos de desarrollo económico y estabilidad, durante el siglo XIX. Se consideró que Óscar Iván Zuluaga y Marta Lucía Ramírez eran dependientes de Uribe, en especial el primero. Los analistas Fernando Cepeda y Jaime Castro piensan que hay margen para el triunfo de Santos en la segunda vuelta pero debe cambiar su estrategia por completo. Se sugiere continuar las investigaciones surgidas en la primera ronda y clarificar todas las dudas: los colombianos suelen aceptar cualquier denuncia y sus consecuencias sin determinar su veracidad. Conviene quebrar las fallas éticas, las acusaciones sin fundamento y el incumplimiento de normas. Hasta aquí la reacción inicial frente a la elección presidencial.