GUILLERMO FRANCO CAMACHO | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Agosto de 2012

Avance


Se ha ocupado esta columna en el análisis de Las Políticas de Seguridad en Colombia. Desde el Frente Nacional hasta nuestros días (2012). Dicho documento fue publicado por la Fundación Konrad Adenauer y la Corporación Siglo XXI y se completará la exposición de Román Ortiz, uno de sus autores.

El primer concepto señalado es un conocido mito alrededor de las Farc: son invencibles, es decir, no se las puede derrotar, lo cual conlleva la noción del “empate estratégico”. El referido mito pudo pensarse correcto hasta las negociaciones en el Caguán y comenzó a perder validez a raíz de la recuperación de Mitú en que fue determinante la cooperación del Brasil. Mucho podría esperarse acerca del éxito final con la colaboración de los países vecinos y es pertinente, a esta altura, mencionar un aspecto tal vez no contemplado por la subversión: un Estado puede volverse un adversario difícil cuando adopta posiciones verticales y firmes. Dicho cambio es visible en Colombia y ya no se piensa que el conflicto interno bélico es responsabilidad única de las Fuerza Armadas. No es así y se ha convertido en un compromiso nacional y de la sociedad. El “empate estratégico” significa equilibrio entre las partes, ninguna puede vencer a la otra y es una situación costosa para ambas. Ahora bien, hay margen para creer en un desbalance gradual a favor del Gobierno Nacional en un proceso en que los contendores modifican su accionar bélico según el desempeño del oponente y así sucesivamente. En este momento, las Farc actúan como guerrilla y acuden al terrorismo y sus milicias pueden dar golpes que sacuden a la opinión pública y sus combatientes, en cuantía de ocho o nueve mil, son una magnitud apreciable. Las Fuerzas Militares, por su lado, aspiran a llegar a la retaguardia rural de las Farc.

Además de la guerrilla, el otro gran adversario es constituido por las bandas criminales (bacrim). Ortiz descarta que sean un apéndice de las autodefensas o el mismo fenómeno, pese a integrarse, en gran medida, por las mismas gentes, inclusive a través del reciclaje de desmovilizados. Están bien armadas, carecen de acentuadas ambiciones políticas y no compiten con la subversión con la que, más bien, buscan alianzas. Su actitud criminal es diversificada: narcotráfico, minería ilegal, contrabando, extorsión, desviación de fondos públicos. Se desempeñan en lo rural y lo urbano.