GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 7 de Octubre de 2014

De la mano de Kafka

 

Gran privilegio -la casualidad- de estar en Praga ahora cuando se celebran los cien años de la escritura por parte del pensador Kafka de su obra El Proceso.Fue  este escritor hombre de corta vida y de larga existencia. García Márquez le debe a él al menos dos aprendizajes, el uno, la forma de iniciar una narración y el otro el mirar el vivir por su faceta más inesperada.

Releyendo El Proceso junto a la significativa estatua de su autor no se puede dejar de pensar en la realidad de esta nuestra patria que sin quererlo es un homenaje vivo, vivísimo del mundo que él intuyó. Si lo leemos bien y vemos bien la realidad entenderemos que somos kafkianos auténticos.

La descomposición institucional, la mentira publicitada como verdad, el intercambio de su peso por hedonismos baratos, la diversión incesante hasta el paroxismo, el desprecio a la vida, la negación de Dios promovida muchas veces por quienes deberían con su ejemplo ratificarla, los reclamos al respeto a la intimidad negados con la voluntad de escandalizar por iniciativa propia a los demás, el furioso reclamo por la libertad de expresión pero jamás por la libertad del pensar, desafío éste difícil de aceptar en el mundo de la información, con excepción de algunos muy pocos.

Y si no creemos que todo esto sea cierto baste no más hacer un elenco de las propuestas de justicia transicional, de la reforma política en donde se supone que el poder controla el poder pero este no logra dilucidarse; se debe atender a la lógica ilógica de los negociadores, a las dolorosas visitas de las víctimas no importa de quien a fin de que una especie de victimarios se consuele pensando que no estaban solos en la gestión del reino de lo macabro; en los historiadores que se encargarán de releer los acontecimientos; en la invitación a cada “victima” para que escriba lo que le pasó, y se podría continuar con los “castigos” que se podrían aplicar a estos ejemplos de ciudadanos que -ciertamente culpables pero presuntamente arrepentidos- se ofrecerán  a los nietos como ejemplo de patriotismo y de certeza institucional.

Todos sabemos que el “procesado” de Kafka será condenado sin saberse por qué -¿acaso es necesario saberlo? Piénsese en Plazas Vega-. Todo lo que va a ocurrir ya lo sabemos. Todos esos forajidos serán perdonados y si nos fijamos bien el ejercicio retórico avanza para que se llegue a aceptar que así será. No hay otro camino que el de olvidar la pena merecida por las muertes pasadas a fin de ver si con ellos nos evitamos el horror de las muertes futuras.

Kafka señala que hay que aceptar lo inevitable o resignarse al heroísmo, virtud devaluada en el presente.

Repitamos ese viejo acierto de quien dijo que en Colombia también vivimos el revés de Kafka cuando en La Metamorfosis convierte a sus personajes en insectos en tanto que nosotros -en esta crisis- ¡estamos convirtiendo a una serie de insectos en personajes!

guilloescobar@yahoo.com