Guillermo León Escobar | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Octubre de 2014

Recordando a Paulo VI (II)

 

En su testamento espiritual -una bella edición que recibimos algunos de parte de Juan Pablo II- afirmaba acerca de ese mundo constituido en el escenario de su tarea evangelizadora que  “no se piense que se le ayuda adoptando sus criterios, su estilo y sus gustos, sino procurando conocerlo, amándolo y sirviéndolo”. En efecto Montini fue un gran conocedor de la sociedad contemporánea. No necesitó de muchos asesores aunque sí de una serie de colaboradores con quienes afirmaba convicciones y de contradictores con quienes ponía a prueba sus argumentos. Quien lea sus encíclicas podrá reconocer los aportes de los unos y de los otros. Era un Papa que leía y encontraba en ella -vinculada a la meditación y a la oración- claves insospechadas que le permitían soportar el sinsabor que le producían aquellos que piensan que estar a tono con los tiempos es ceder a las liviandades que propone la decadencia.

Fue fiel no solamente a su grey sino a los grandes afectos de su juventud y a aquellos políticos que como Aldo Moro constituían uno de los grandes pilares del proyecto social cristiano en la política. A diferencia de muchos eclesiásticos que son amigos en los éxitos Paulo VI felicitaba y animaba pues era enormemente consciente de que la política es un lugar privilegiado de la construcción de una nueva sociedad. Nunca quiso sustituir a los laicos en el protagonismo y se opuso con claridad a que los eclesiásticos ocuparan los protagonismos políticos que eran propios de quienes no habían optado por el sacerdocio ministerial. (Todo parece indicar que es una de sus batallas perdidas).

Vivía una auténtica pobreza y ninguno hacía aspavientos de príncipe en su presencia. Le gustaba hablar con los laicos y desarrolló desde simple cura la capacidad de oír. Con Juan XXIII tuvieron amigos comunes como Jean Guitton quien había sido difamado por algún arzobispo que consideró herético su libro sobre Jesús y luego la joya editorial sobre la Virgen María sometida al Santo Oficio hasta cuando alguien se percató de que era libro de cabecera del Pontífice. (Algo así como sucede hoy con el teólogo Pagola) y su autor aquel pensador que le abría a Montini dimensiones insospechadas de acercamiento a la realidad.

Es cierto que era un erudito pero sobre todo sabía de Jesús y ese era el tema que nunca evadía porque afirmaba que un cura reticente al tema de Jesús no es digno  de serlo.

No faltaban en su cercanía aquellos que se preocupaban por la disminución del número de cristianos católicos y gastaban el tiempo de sus testimonios en lamentarse. “Poco importa que seamos pocos; tampoco que a veces sintamos la soledad porque sabemos que nos ha sido entregado el depósito de la verdad y la urgencia es dar testimonio con el obrar”. Existió hasta el final una gran preocupación que según Montini debería ser un imperativo: “cuando regrese el Hijo del Hombre a la Tierra ¿encontrará todavía la fe que nos entregó para anunciarla ?”. Colombia debe tener la semana próxima en la Beatificación de Paulo VI una memoria agradecida.

guilloescobar@yahoo.com