De la Justicia y otros asuntos
Como van las cosas buena parte de la Justicia colombiana -como también en otras instituciones sucede- seguirá estando en esa peligrosa interinidad donde lo provisional lucha por ser considerado legal pero no puede aspirar a legitimidad alguna, ésa que es otorgada por el reconocimiento ciudadano por su buen funcionamiento.
Lo grave de todo esto es que ahora no son las personas simples las que no saben votar, sino los magistrados, los miembros de la Corte, ésos de quienes se presume toda sabiduría en el entender y en la interpretación de las leyes, de sus circunstancias, de sus atenuantes y de sus agravantes.
Ahora se va la Fiscal porque el Consejo de Estado ha dicho que los magistrados de la Corte se equivocaron votando y contando. ¡Qué tristeza! Pero no es sólo eso. En otras instituciones se permite la presentación de candidatos que luego -casi de inmediato- se declarará que no estaban habilitados para presentarse; se juzga a personas que se sabe tienen fuero y se permite que las juzguen personas que no corresponden para luego tener que reiniciar todo el procedimiento. Son todas estas cosas que una democracia seria evitaría.
Entonces ahora -ojalá que no- volverá a reestablecerse el ritual de las votaciones interminables hasta que un día haya humo blanco que señale al nuevo Fiscal, que lo será también por brevísimo tiempo. Definitivamente este país se gasta el tiempo seleccionando la Justicia y no haciéndola presente como todos esperamos.
La Justicia requiere de buen y de eficaz manejo. La Corte Suprema ha mostrado que se esfuerza y la Constitucional se esfuerza para lograr buenos resultados pero está demostrado que ello no basta.
Se nos ha dicho que uno de los pilares de la democracia reside en la capacidad de impartir “pronta y cumplida justicia”, pero a ello se opone a la sabiduría popular que afirma que la Justicia cojea pero llega.
Habrá que confiar y entre tanto ver cómo empieza a fatigarse la gente, que es lo peligroso. Igual sucede con el tema carcelario. ¿Qué hace posible que los “bien habientes” tengan el privilegio de la casa por cárcel en tanto que los pobres no? Alguien afirmaba que en lógica no procede, ya que los pobres carecen de casa que les sea propia. ¿Cómo es posible que por delitos menores haya gentes en las cárceles en tanto que quienes han “embolatado” millones y millones queden a disposición de sus comodidades personales? Algunos dicen que hay que tener en cuenta que a la “casa por cárcel van los que no son peligrosos para la comunidad”. Sería estupendo que alguien pudiera explicar ese concepto de la peligrosidad y se nos informara si ella está vinculada a la cuenta corriente, al patrimonio, al título universitario -real o no- o a qué, porque hay quienes han recibido ese beneficio y otros no tan sabios y a lo mejor no tan peligrosos siguen entre rejas.
¡Qué bueno una Justicia fiable y qué bueno que podamos decir un día que estamos orgullosos de ella!