GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Martes, 7 de Febrero de 2012

¡Eppur si muove!

Esta expresión se atribuye a Galileo, quien la pronunció luego de haber sido condenado por la Inquisición romana a causa de sus teorías sobre la no centralidad de la Tierra discutida por entonces como si fuera dogma. Se trataba de la voluntad de aquel anciano de librarse de la hoguera. No era un cualquiera. Había sido primer presidente de la Academia Pontificia de Ciencias y reconocido mundialmente por su seriedad y profundo sentido de la investigación. Aplicando aquello de que cada quien es dueño de su propio miedo se libró de la muerte pero dijo para los suyos la frase socarrona “eppur si mueve” (y sin embargo se mueve).
No hay cosa peor que un juez o un tribunal que se equivocan y luego exigen respeto a sus decisiones porque obligan -como en el pasado frente a la Inquisición- a la socarronería de decir prudentemente: “y sin embargo se mueve”. Esto lo podemos decir acerca del fallo sobre el episodio del coronel (r.) Plazas Vega. Se respeta el fallo pero el Coronel es inocente y esto se dice respetuosamente para que no aparezca la hoguera y quienes la alimentan.
No se duda de que la mayoría de los jueces son ejemplares. Múltiples testimonios el país les reconoce, pero permítanle a la gente no estar de acuerdo. Y lo decimos porque a todos nos enseñaron que se condena con pruebas ciertas y no con la frágil presunción de culpabilidad que parece estar sustituyendo a la de inocencia. Valientes han sido el Presidente y el Procurador criticando el uno, recurriendo el otro. No hay certeza y no se puede -no es lícito- condenar eliminando el sagrado principio de que en caso de duda se decide a favor del acusado.
Los verdaderos criminales mataron a los jueces y hoy día vivimos la paradoja de ver cómo algunos jueces condenan a sus liberadores. Los cómplices de esos grupos de asalto contra la democracia fueron perdonados y algunos de ellos han gobernado o gobiernan y se molestan en las declaraciones de oportunidad porque el honor del Ejército no se arrodilló aceptando un perdón general que colocaba en el mismo nivel a criminales y a los soldados de la patria.
El Ejército liberó heroicamente la justicia en noviembre de 1985. No sé por qué me viene a la memoria aquello del presidente Valencia que afirmaba que en Colombia “hay esclavos que a pesar de sus libertadores sienten nostalgia por sus cadenas”.
Pasaron siglos y finalmente en el año 2000 le pidieron perdón a Galileo por el error de su condena. Él se retractó de sus certezas para sobrevivir. En esto es superior Plazas, quien no se retracta ni de su verdad ni de respetar su honor militar.
Para el país, el coronel Plazas es militar respetable, valiente y víctima de una “orquestada culpabilidad”. Para dos jueces es culpable, pero seguiremos con todo respeto diciendo con convicción “eppur si muove”, es decir. “él es inocente”. Algún día alguien le pedirá perdón.