Lamentábamos la propensión de gastar tiempo y escritos sobre lo malo, sin empeñarnos, más bien, en resaltar lo bueno de actitudes dignas de seguimiento, para poner en marcha algo grande y digno en nuestros pueblos. El recuerdo histórico desfigurado de un Arzobispo Caballero y Góngora (1723-1796), en lugar de sus reales, dignas y progresistas actuaciones, es triste ejemplo para nuestro merecido lamento. Las mismas riñas entre criados de Abraham y de su sobrino Lot, en vez de destacar sus avances en la tierra de Canaán, y la tendencia a mirar hacia atrás, ejemplarmente castigada en la mujer de Lot (Gen. 13 y 19,26), llaman a la reflexión, y a dar preferencias a lo positivo, antes que caprichosas miradas hacia ruinas y destrucción.
Haber llegado a gran duda los Comisionados del “esclarecimiento de la verdad” sobre las decenas de años de violencia en Colombia, como hemos anotado, su amplia narrativa de crímenes, así fuera con confesos y arrepentidos, “por el miedo que genera la verdad”, (pág. 21), lleva a pensar que fuera más saludable, y que llevaría a fuerte repudio de violencia, destacar tantos aspectos positivos y empeños de auténticos patriotas en tareas constructivas.
Es que, hasta ahora, p.e., está apenas medio destacada la tan benéfica Expedición Botánica de Mutis, apoyada por Caballero, y no reconocida, suficientemente, la labor mentalizadora de un Nariño, con sus publicaciones, en especial los “Derechos Humanos”. Tampoco debidamente destacado el ejemplo de un Bolívar enfermo en Pativilca, que solo soñaba en “vencer” para dar libertad a las Américas. No ha sido bien reconocido, el impulso a Telégrafos y Medios de Comunicación de un Murillo Toro, dejando de lado sus apasionamientos políticos; y, apenas son medio mencionados, los grandes aportes a las leyes de un Santander, algo mejor que resaltar sus no lealtades al gran Bolívar. También, no ha sido bien dimensionada la magna labor constitucional de Núñez y de Caro, grandemente superior a su mentalidad de tendencia autoritaria.
Qué falla, más adelante, no haber puesto de relieve el pensamiento progresista y sacrificada labor de un López Pumarejo, superior a sus serios errores que lo llevaron a la honestidad de una renuncia. También ha faltado poner en alto el momento de histórico valor de un Ospina Pérez, al hablar de su sacrificio antes que salir fugitivo, en momento crucial de la historia, algo que deja en la sombra sus discutibles actuaciones como aplaudir un Golpe de Estado. No destacada, tampoco, la voz patriótica de un Laureano Gómez ante el conflicto con el Perú, de los años 30, de “¡Paz en el Interior, y Guerra en las fronteras!”, cuando se iniciaban las violencias de partido a partido, algo para superar cuando estaba de por medio la defensa de la Patria; y, tampoco, debidamente apreciado su gesto reconciliador con quienes aplaudieron su derrocamiento, y el unirse con ellos, para dar piso a los años de serenidad con el Frente Nacional, también con sus fallas, pero con tanto positivo qué celebrar.
En los distintos Gobiernos que hemos tenido desde la Independencia, hay tanto de positivo que reclama sigamos mencionando, algo más eficiente que la cruda descripción de páginas de arrepentida violencia. (Continuará)
*Obispo Emérito de Garzón