Colombia es un país de eufemismos, desde hace mucho tiempo nos hemos acostumbrado a utilizarlos para suavizar el contenido de lo que decimos. Esto pasa en todas las esferas de la sociedad, pero quienes más se han aprovechado de ellos son los políticos y quienes detentan el poder. El presidente Iván Duque no ha sido ajeno a está practica, se ha valido de la misma para suavizar o acrecentar hechos, así como sucedió cuando decidió llamar homicidio colectivo a la masacre ocurrida en Samaniego. Por supuesto no nos podíamos quedar en Navidad sin nuestro respectivo lenguaje ambiguo, el mandatario anunció que lo que se tramitará el próximo año no es una reforma tributaria sino una reforma fiscal.
Veamos: sabemos que se requiere de manera urgente una reforma para poder palear las afujías financieras del país. De eso nos vienen hablando los expertos en la materia desde hace meses. El ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, el gerente del Banco de la República y las calificadoras de riesgo nos han advertido que una reforma tributaria es menester para poder mejorar las finanzas del país. Pero mientras eso sucedía, el Presidente decía que no, que no era momento de hablar de reformas tributarias. En medio de anuncios completamente contradictorios, Duque ahora si confirma que lo que se va a tramitar no es una reforma tributaria sino una reforma fiscal.
¿Cuál es el fin de esa diferenciación? Si nos vamos a mirar el detalle de lo que es cada una, podemos decir a grandes rasgos que una reforma fiscal es mucho más amplia que una reforma tributaria, pues hace referencia a la modificación de todos los ingresos y gastos de un gobierno. Por su parte, la reforma tributaria se define como la modificación de aspectos del sistema de recaudación de impuestos de un país. Es decir, las dos hacen referencia a un mecanismo para modificar el sistema impositivo, solo que la fiscal incluye una revisión mas exhaustiva de los ingresos y algún tipo de modificación en el gasto. Por ello sería bueno que nos explicaran cuál va a ser ese cambio, hasta el momento solo se nos han hablado de levantar exenciones tributarias, aumentar la base gravable y ampliar el IVA a algunos productos de la canasta familiar. En ningún momento se ha mencionado que esta reforma busque incluir cambios en la forma en que gasta el Estado. Es por ello, que esa forma de llamarla parece un eufemismo y una estrategia de lenguaje para alivianar en la opinión publica el impacto que tiene nombrar las cosas como son.
Con modificación en el gasto o no, lo cierto es que habrá una reforma que hará que se paguen más impuestos. Lo que en esencia no es malo, Colombia es un país que necesita ajustes profundos en ese sentido, pues después de impuestos somos uno de los países más desiguales del planeta. Es importante que cualquier reforma no acabe siendo regresiva e impacte más o los que menos tienen. Pero que lo digan claro y como es, después se andan quejando que tienen problemas de comunicaciones y que los malinterpretan.
¿Como no malinterpretarlos si desde la propia cabeza del Estado los anuncios son confusos y ambiguos?