Este 12 de febrero culmina el período del Fiscal Francisco Barbosa y la Corte Suprema de Justicia, en Sala Plena, pretende esta semana elegir a su sucesora, entre una baraja de tres nombres que mandó Petro, todas ellas “femeninas”, como dicen algunos oficiales ordinarios: Ángela María Buitrago, Luz Adriana Camargo y Amelia Pérez.
No conozco a ninguna de ellas. La primera es abogada del Externado y dicta cátedra de Derecho Penal; la segunda, nombrada en reemplazo de Luz Amparo Cerón (descalificada por ser cercana al ex fiscal Néstor Humberto Martínez) hizo parte del equipo legal que trabajó en la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala que dirigió el Ministro de Defensa, Iván Velázquez, hasta ser declarado persona non grata y expulsado de ese país. Especializada en derecho penal y criminología, ha ejercido como fiscal delegada ante la Corte Suprema, y la tercera ocupó el cargo de jefa de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General, responsable de sensibles investigaciones relacionadas con el paramilitarismo y se sabe de ella que es esposa de un abogado muy cercano al mismo ministro Velázquez, quien parecería perfilarse para tener fiscal, no de “bolsillo”, sino de “charretera”, aunque se trate, paradójicamente, de un civil mal trajeado que odia el traje militar.
Frente al hecho, al menos curioso, de consistir en una terna conformada únicamente por mujeres, que no refleja la diversidad de género, el magistrado Gerardo Botero presentó una acción de tutela para impugnarla, pero no prosperó, como seguramente hubiera ocurrido en caso de tratarse “de hombre con hombre, del mismo modo, pero en el sentido contrario”, como diría la reina. Ahora los pobres varones quedamos sin representación en la jefatura ente investigador, cuyo titular ha alertado sobre presiones del alto gobierno para elegirla en fast track, seguramente para que no vaya a quedar encargada en un eventual interregno la “Vicefiscal de hierro”, Martha Janeth Mancera, que el Fiscal defiende a capa y espada y el alto gobierno está empeñado en desprestigiarla al máximo porque, sencillamente, no es santa de su devoción.
Post-it. El que se va de la Fiscalía ha sido un hombre serio e idóneo, jurista sin tacha, gran cumplidor de su deber, pero creo que en la recta final “dio papaya”, se dejó enredar por el culebrero mayor al éste picarle la lengua y ponerlo a hablar más de la cuenta, en un cargo cuyos pronunciamientos no deberían ser en ruedas de prensa ni mediante discursos altisonantes, sino rubricando todos y cada uno de sus argumentos con la fuerza de la ley, formulando políticas, directrices, lineamientos y protocolos en fiel cumplimiento de sus funciones, asumiendo con severidad las investigaciones y acusaciones que le corresponden, y dando línea en todas sus decisiones, como cabeza fría del ente acusador.
Lo vimos enredado en la forma y en el “tono” de sus quejas y advertencias -seguramente justas- contra el accionar de un presidente esencialmente provocador y maledicente. Cayó en la trampa del político en ciernes, pescando en río revuelto, dándose vitrina y promoviendo su nombre para la palestra electoral próxima en la que no le veo, ciertamente, mucho futuro, por la presencia de la escasez, en su persona, de algo que los politólogos griegos llamaban “charisma” y que Álvaro Gómez traduciría como “talante”, en referencia a ese temple y disposición de ánimo que hace que una persona cautive a los demás.