La gran pregunta ante la semana que comienza es hacia dónde camina la izquierda española. No, no es un acto político-cultural más el homenaje a la Constitución que protagonizarán Felipe González y uno de los socialistas más enfrentados a Pedro Sánchez, Eduardo Madina, que fue su contrincante en aquellas elecciones primarias de 2014, las que lanzaron al estrellato al hoy inquilino principal de La Moncloa. El hombre que imprimió un nuevo, a veces desconcertante, rumbo al histórico PSOE. Hay mucho morbo y no poca expectación en torno a ese acto, sobre todo tras las últimas trapisondas parlamentarias y las crónicas que bucean sobre lo que ocurrió la semana pasada para que el Gobierno pudiera ver aprobados dos de los tres decretos cruciales que presentó en el Senado, que esta vez acogió un pleno del Congreso para olvidar. O, mejor, para no olvidar, porque convendría evitar repetirlo.
La gran perdedora el pasado miércoles en aquel pleno fue la principal representante de la 'otra' izquierda, Yolanda Díaz, que, sin embargo, despliega una enorme actividad como posible alternativa a medio plazo de Sánchez y de la peculiar socialdemocracia que él, como presidente de la Internacional Socialista, encarna. Ahora, Díaz, que procura escapar de las polémicas más espinosas, como la relación gubernamental con Puigdemont -que no representa precisamente a izquierda alguna, pero ejerce una enorme influencia sobre el Gobierno socialista-, trata de organizar una muy necesaria mesa de diálogo social, porque procura atenerse bastante, al menos públicamente, a su papel como ministra de Trabajo, además de su representatividad como vicepresidenta segunda.
Yolanda Díaz, que se juega mucho en las elecciones en 'su' Galicia, donde podría no obtener ni un escaño, puede, al menos, atribuirse el mérito de haber desactivado al peor Podemos de Pablo Iglesias, y ello ya ha empezado, como ocurrió en la votación de su decreto laboral el pasado miércoles, a pasarle factura. Ahora da los últimos toques al Movimiento Sumar para convertirlo en una maquinaria electoral y en un referente social de un 'progresismo que nada tiene que ver con la ortodoxia comunista', según me narra un destacado militante del 'yolandismo'. Y, en efecto, admitamos, dentro de la crónica acerca de hacia dónde camina nuestra izquierda, que sería un error limitar a Sumar en los estrechos cauces del Partido Comunista.
Y luego están otros intentos de sedicente izquierda, como el recién creado partido surgido desde un debate en torno al jacobinismo -peligrosa doctrina- y que está siendo utilizado desde la derecha, lo mismo que otros disidentes del sanchismo, para cuartear las filas de Sánchez. Sin embargo, el nacimiento de Izquierda Española, de Guillermo del Valle, jugará sin duda un cierto papel en el imparable debate que viene acerca de qué abarca el concepto de una gobernación progresista, si el socialismo admite o no fracturas territoriales y si se puede permitir cesiones importantes de las que han de ser competencias del Estado, comenzando, claro, por la gestión de la inmigración.
Estamos, en resumen, en un momento en el que todos los partidos, los de izquierda -en el PSOE se prevén reajustes orgánicos de cierta importancia-, los de derecha y los que nacen buscando el centro, tratan de adaptarse a los nuevos tiempos que llegan, no solo electoralmente. Hay una modernización política, social, educativa, tecnológica, de costumbres, que está desfasando los programas y la actuación de nuestros partidos, que ya no pueden seguir funcionando a base de una dinámica limitada a la dialéctica izquierda-derecha, ni a la confrontación, ni a las acusaciones de sal gorda contra el partido rival.