Cuando el sistema no se encuentra a sí mismo hace agua, es atacado por todos los costados y, afortunadamente, no hay ninguno mejor para reemplazarlo, es bien difícil gobernar en democracia. El desarrollo, ese sueño aplazado por generaciones, sólo es posible en una sociedad civilizada, carente de violencia, decía Karl Popper. Encontrar la senda para enfrentar circunstancias paradójicas como las de nuestro país, con crecimiento de 3.3, el mayor de América Latina, y un desempleo en aumento, es lo que se ha propuesto el Presidente Duque y su equipo ministerial en los dos días de reflexiones en Hato Grande. El viraje hacia la representación política ha recibido gran respaldo popular y permitirá al gobierno moverse con más éxito en las Cámaras Legislativas. Cuando anunció a los nuevos ministros de Salud, Agricultura y Trabajo, el Presidente destacó sus perfiles técnicos, la experiencia en la materia respectiva y la alguna vinculación anterior a su gobierno. Fue un mensaje claro: No será tolerado el clientelismo complaciente y facilitador del desvío de los dineros públicos. Duque no da pie atrás. Al fin y al cabo, acabar con la “mermelada” es el acto anticorrupción más valiente de nuestros días.
Con la representación se logra también que amaine el fragor con que fue recibido el actual gobierno y se comprenda que enfrentar la criminalidad de los encapuchados, la violencia de las marchas “pacíficas” y al extremismo izquierdista de los paros, es una obligación del Estado Social de Derecho. Las sociedades que funcionan, avanzan y crecen son aquellas en donde imperan la libertad, la seguridad y el orden. A propósito, otra de nuestras paradojas es la actitud de algunos mandatarios locales que confunden el derecho a la protesta social con un supuesto derecho a la protesta violenta. Son los políticamente incorrectos, pues resulta suicida ignorar las estrategias de la ya conocida Revolución Molecular Disipada: Cortar el flujo de la normalidad, escalamiento, copamiento y dictadura democrática. ¡Mirar a Chile, por favor!
Ahora bien, la equidad, uno de los ejes del actual gobierno, es un concepto doctrinario superior a la justicia social. Más allá de las particularidades de su aplicación, lo que el gobierno de Duque necesita y la ciudadanía ansía, es pasar de lo abstracto del enunciado a lo concreto de los proyectos. Hoy no es suficiente probar las cifras invertidas sino mostrar cómo la gente se beneficia de esa inversión.
En ese contexto, hay que decir que del ministro de Vivienda, Jonathan Malagón González, se esperaba y se sigue esperando mucho. Es una de las lumbreras del gabinete. Pero, no habla. No sabemos lo que está haciendo para contrarrestar la crisis en la construcción, que es uno de los sectores de la economía que se ha contraído. Apreciado ministro: ¿Cómo va el programa Guajira Azul? Por contraste, otros funcionarios hablan mucho y con el mismo resultado: no queda ningún mensaje.
Finalmente, desde Hato Grande se dio a conocer un nuevo proyecto de Reforma Judicial, que si es bueno no logrará el consenso, y un bloque de búsqueda contra la corrupción, a propuesta de la vicepresidente, M.L. Ramírez. En ese camino el presidente Duque, con su autoridad moral y política, bien puede convocar a un pacto ético que erradique a la corrupción y a los corruptos, que frene a la violencia y a los violentos; que limpie la política de quienes abusan de la confianza popular. Un pacto ético que traslade nuevamente a la Política y a la Justicia al escenario del servicio a la patria. Ese sería un mensaje de esperanza.