Antes era fácil diferenciar el bien del mal, lo legítimo de lo ilegítimo, la vida de la muerte… bastaba escuchar la voz interior de alerta, llamada conciencia, cuando se traspasaban los límites. Ahora estamos enfrentados a artificiosos juegos de mentes manipuladoras con influencia global, para enmascarar a la verdad, vendar a la justicia para ponerla a rendir tributo a la ideología y privilegiar intereses particulares disfrazados de bien común.
El país se estremece al oír que llaman civilidad a la connivencia con el terrorismo, y se intenta justificar lo injustificable predicando la paz como sinónimo de tolerancia con la barbarie.
¿Acaso estos jovencitos no tenían derechos humanos?
¿Cómo explicarle a los afligidos padres, novias, esposas, hermanos que una buena parte de la auto referida élite colombiana está empeñada en hacer cumplir el “protocolo” que le daría el suficiente tiempo al Eln para regresar a esconderse, mientras las autoridades tienen indicios de que preparan nuevos actos terroristas? ¿Un “protocolo” firmado a escondidas y que está por encima del derecho a la vida de estos jóvenes vilmente asesinados?
¿Un “protocolo” de escape para quiénes planearon actos terroristas desde Cuba, para ejecutarlos en Colombia?
¿Un país garante como refugio de terroristas?
¡No hay derecho!
La llamada “combinación de las formas de lucha”, no es viable hoy en un mundo interconectado. La opinión pública ve todo en detalle y lo juzga como esquizofrenia. Para los colombianos es claro que el Eln conversaba en las mesas de diálogo, mientras planeaba el atroz acto terrorista.
¿Esta es la paz que anhelamos? ¿Paz con bombas? ¿Paz con secuestros? ¿Paz con narcotráfico? Los colombianos queremos paz, no rendición institucional.
La dura experiencia de Santrich, que lo tiene ad portas de la extradición, dejó en claro que para la reconciliación se necesita purificar las intenciones. Hasta Timochenko se ve cada vez más moderado y sensato, en contraste con sus compañeros que creyeron poder seguir combinando las formas de lucha, desde los escenarios que les brindó el retorno a la democracia.
La reconciliación es hoy más posible que nunca para quienes quieran reconciliarse. La paz se hace con los que quieren paz, como va quedando evidente en el proceso con las Farc.
Antonio Navarro, ex M19, es un buen ejemplo de un retorno sincero a las reglas de juego de la institucionalidad.
Por duras que sean las circunstancias, al gobierno del Presidente Duque se le abre un nuevo escenario para reinventarse, en materia de seguridad, reconciliación y autonomía ante la comunidad internacional.
La celeridad de las investigaciones para dar con el autor material y los autores intelectuales, la acción conjunta de las autoridades, las cámaras, los celulares, las llamadas telefónicas de los ciudadanos, la información rápida, completa y oportuna a la ciudadanía dejan en claro que, el Estado colombiano no se ha rendido y la sociedad mucho menos. Que las fallas de seguridad en la Escuela evidencian la necesidad de fortalecer a las Fuerzas Armadas. Que es necesario ofrecer nuevas y creativas alternativas de paz, sin derramar la sangre de un solo compatriota más. Para conseguir la paz no se chantajea con la muerte.
Por lo pronto, sería saludable para ilustrar mejor la toma de conciencia del país sobre estos temas, que se informara si hay más protocolos reservados y cuáles son sus contenidos y sus alcances.