Bogotá en crisis
BOGOTÁ era, como decía don Marco Fidel Suárez, “la nodriza amorosa de todos los colombianos. La urbe generosa y gallarda que a nadie niega un techo ni un pan. La que sonríe de sus propias penas, convierte los dramas en sainetes y disuelve todos los problemas con el ácido corrosivo de su humor. La que antepone la cortesía a la verdad en su afán de ser amable. La del cerebro poderoso, el corazón magnánimo y la mano siempre tendida”, de lo cual sobreviven pocos calificativos.
La descripción de Suárez fue incluida por el escritor Álvaro Salom Becerra, en su fabulosa novela Un tal Bernabé Bernal, en la que dibuja el drama de un burócrata, medio atembado, quien finalmente llega a purgar cárcel por los delitos cometidos por sus jefes, ladrones de cuello blanco. Nada más parecido con la realidad de muchos empleados públicos, ahora en la cárcel, por ocultar como subordinados las acciones delictivas de funcionarios públicos que se han apropiado del patrimonio estatal con el descaro que tenían los estudiantes de último grado de primaria al matonear a los de preescolar para robarles la lonchera. Un Bullying burocrático, se podría decir.
La situación descrita se asimila al escudo de Bogotá: “La ciudad del águila negra y de las granadas de oro”, como era conocida, nos hace pensar que esa águila no es más que un chulo, ave carroñera que observamos en cercanía de los cementerios, mataderos y basureros, empecinada ahora en hacerse a la propiedad del tesoro público que debe estar al servicio de las obras que demande el bien común. Y esas granadas de oro son el presupuesto bogotano, atacado por esos enemigos.
La crisis bogotana no sólo me ha afectado en cuanto ciudadano, sino en mi dignidad como persona, pues un excongresista que lleva mi apellido y una sonoridad similar a la de mi nombre, ha atacado mi prestigio y la honra de un cognaticio que ha distinguido a la familia Olano, que durante 250 años se ha ganado la vida honradamente como maestros, notarios, agricultores, ganaderos, servidores públicos de todos los niveles, o en el ejercicio independiente de profesiones liberales. Ese exrepresentante, destituido por la Procuraduría, con proceso de pérdida de investidura ante el Consejo de Estado y en proceso penal ante la Corte Suprema de Justicia, le debe a todos quienes tenemos el apellido una disculpa por las injurias y calumnias que se nos han levantado injustamente por su culpa: Nos quedamos con el pecado y sin el género.
Ahora la crisis de Bogotá continúa; cien días han sido mucho para demostrar también la ineficacia de la administración Petro.