Reflexiones universitarias
Lograr reflexionar en tan pocas palabras en la labor del docente es tanto como querer comprender los insondables misterios de nuestra propia existencia humana; hace poco tuve ocasión de hacerlo en Piura durante el Tercer Encuentro de la Red para la Enseñanza transversal de las Humanidades, que congregó profesores de las universidades de Piura, Navarra, La Sabana, Austral, los Andes de Chile, East and AsianPacificUniversity, la Internacional de Cataluña y la Panamericana. Ser profesor es una vocación, no solo una función, pues enseñar implica mostrar el camino, señalar el rumbo. El profesor es un “formador” de otras personas y, “formar” tiene muchas facetas, una de ellas es la de abrir horizontes a los alumnos, generándoles ansias de conocer, así como despertándoles inquietudes para hacer de ellos personas reflexivas y responsables, pues serán los próximos líderes del país en diferentes ámbitos.
El conocimiento de los estudiantes no supone un trabajo personal sino dialógico por su propia naturaleza; allí cobra un valor fundamental la amistad, que es la esencia de la vida universitaria, una labor de edificación mutua y generosa que significa transmitir mi conocimiento a otros, darme, abrirme horizontes, recomendar, sugerir y compartir. Esa amistad debe ser también muy intensa con los estudiantes; sin ser lejanos, debemos compartir prudentemente con ellos.
Es la convivencia lo que forma, decía san Josemaría Escrivá y eso es la vida universitaria, un convivir, un estar juntos, acompañarse, seguirse, admirarse, crecer juntos continuamente, investigar, asesorar, proyectarse, etc., por eso debemos ayudar a otros por los caminos que ya hemos transitado, por ejemplo, con las tesis de grado donde acompañar es más que dirigir, es a veces convertirse en un paño de lágrimas, pero a su vez en la persona que le presenta las opciones adecuadas para que pueda solucionar sus problemas; eso nos pone a los profesores en el camino de la generosidad.
Sin embargo, debemos combatir situaciones que desvirtúan la amistad, para que no se vuelva un dar para que me den, ya que un profesor no puede pedir, debe dar y solo esperar que ellos, sus estudiantes, sean mejores y lo superen y luego se conviertan en sus colegas, puesto que muchas veces el “vedettismo” hace que cada profesor o profesora se considere una diva que a veces solo busca perjudicar a sus colegas con la envidia que caracteriza a muchos incapaces. De ahí que sea tan importante recordar que los profesores se dividen en tres, los sabios, que enseñan lo esencial; los viejos, que enseñan lo que es y, los jóvenes, que enseñan más de lo que saben.