El premio David Mejía Velilla
Dentro del VIII Coloquio Internacional de Literatura Hispanoamericana y sus Valores que se desarrolló este comienzo de mes, la Universidad de La Sabana, a través de su Departamento de Lingüística, Literatura y Filología, reunió a los integrantes de la Red Palabra y Valores y presentó su proyecto de Maestría en Lingüística Panhispánica, en proceso de aprobación.
Hubo allí una mesa dedicada al doctor David Mejía Velilla, en la cual, se le rindió un sentido homenaje con ocasión de los diez años de su fallecimiento. Las intervenciones estuvieron a cargo de los profesores de la Universidad de Costa Rica, Helena Ospina de Fonseca y Jorge Shen Chang; del doctor Bogdan Piotrowski, Decano de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de La Sabana y del Rector de la misma institución, Obdulio Velásquez Posada, quien pronunció un discurso muy sentido y, en el cual, recalcó que él, aunque sólo gramático, recordaba permanentemente las enseñanzas de Mejía Velilla.
En la misma ceremonia, realizada en el paraninfo de la Academia Colombiana de la Lengua, se presentó el Premio Internacional de Literatura que llevará el nombre de este humanista antioqueño y, además de la publicación, los tres primeros lugares optarán por un generoso premio en metálico, expresado en dólares norteamericanos.
Particularmente guardo un perenne recuerdo de gratitud a la memoria de los doctores David Mejía Velilla, Octavio Arizmendi Posada y José Albendea Pabón, gracias a los cuales ingresé a la Universidad de La Sabana como Profesor desde 1993.
Mejía Velilla nació en 1935 y su muerte, ocurrió el 15 de septiembre de 2002, fecha que enlutó a la Universidad de La Sabana, a las Academias y a sus estudiantes. Su condición de humanista cristiano nunca la ocultó y, más bien, fue el imán hacia su atrayente personalidad, franca, generosa, sabia y llena de enseñanzas.
Se formó en los claustros de la Universidad Bolivariana de Medellín y se doctoró en la Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma. Ejerció el Derecho Canónico con naturalidad, prudencia, discreción y absoluta reserva en torno de las causas que adelantó ante los Tribunales Eclesiásticos del país y ante el Sacro Tribunal de la Rota Romana.
Sus frases, concatenadas, impregnadas de humanismo cristiano, son el reflejo de ese jurista llamado David, de un poeta de las leyes, de un arconte romano acostumbrado a dar el derecho sobre los hechos. Fue un jurista en toda la extensión de la palabra; si bien no hizo parte de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, su vida profesional trascendió los títulos académicos.