HERNANDO GARCÍA MEJÍA | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Diciembre de 2011

Los tres mastines

El Ubérrimo hidrófobo anda muy bien custodiado por tres mastines picateclas que no pierden oportunidad ni coyuntura para defenderlo y a los cuales se cuidó de inyectarles su dosis personal de afección y adulación con unas chanfainas bien remuneradas. Aunque todos los informados sabemos cuáles son, importa repetir sus nombres: Pachito Santos, el loco electrocutador y “gran amigo” de las juventudes modernas, que tiene su púlpito en RCN y en el cual eleva cotidianamente encendidas jaculatorias uribistas desde el amanecer, Jobdulio, el chocante primo del mafioso Escobar, que alardea de una erudición con un milímetro de profundidad, y Plinio Apuleyo, quien fuera en sus buenos tiempos un demócrata liberal, un librepensador y, ante todo, un cronista de rara brillantez, como lo prueba ese libro bellísimo y amable que es La llama y el hielo, que pese al discordante extravío estético-ideológico del autor, recomendamos con imparcial emoción.

Uno puede explicarse fácilmente que un oportunista y un escribidor de pacotilla como Jobdulio opte por acogerse, en vía de urgida supervivencia, al mecenazgo del Ubérrimo, pues quien no tiene a quien pegarse lo hace hasta de un clavo caliente. Pero que un heredero de la estirpe de Eduardo Santos, como Pachito, lo haga, sorprende por lo menos. Eso equivale a cambiar la gloria de una dinastía perínclita por un plato de lentejas trasnochadas y vinagrosas.

Pero bueno. Los tontos se deslumbran con una simple luciérnaga. Y el Ubérrimo deslumbró a los ingenuos y tontarrones con su aire de paisa perdonavidas, frentero, desafiante y dizque “cojonudo”. Como si el valor radicara en la entrepierna y no en el corazón y en el espíritu.

“Quien ve al hombrecito tan chiquito, ¡pero se manda unos cojones!”, solía oírse por ahí en tertulias de acólitos deslumbrados. La ecuación para estos ilusos era muy simple: bolas grandes igual testosterona. Testosterona igual verraquera paisa. Verraquera paisa, igual gloria de la raza de la dura cerviz. Ah, Epifanio, ¡cuántas mentiras ha sembrado tu himno en los alpinistas de estas peladas montañas judeo-cristianas!

El cuento de la verraquera paisa sirvió para que el Ubérrimo se tomara al país con el asentimiento hipocritón de las elites bogotanas que, despreciándolo en privado por rústico y chambón, lo ensalzaban en público para poder lucrarse de privilegios y negociados. Para hacer negocios. “Plata, mijo”, como dicen los viejos, estimulando la ambición de sus retoños.

Desde El Tiempo, Jobdulio y Plinio y desde RCN Pachito se encargaron de lavar cerebros y vender una mercancía pirática y engañosa. El precio, por supuesto, fue altísimo, pues incluyó la desestitucionalización del país con el consecuente descrédito internacional que, en buena hora, Santos empieza a recuperar.