Nada más difícil hoy en día que encontrar la verdad completa. No hay duda de que el reino de la mentira ha expandido sus fronteras con más ímpetu que el mismo zar de todas las Rusias en su versión policiaca actual. Y una de las herramientas de la falsedad es la de exponer los hechos parcialmente o como suele decirse contando solo la mitad de la verdad. Y sucede en casi todos los ámbitos: el personal, el de las relaciones, en los negocios, en las ventas, en las denuncias, en los planes por realizar y casi siempre en las responsabilidades por asumir. Al final del día queda sembrada la semilla de la sospecha y la desconfianza.
En el fondo del mundo de las medidas verdades reposan diferentes elementos. Uno, conocido desde las antiguas leyes de Moisés, la mentira simple y llana. Hubo necesidad de combatirla con el aval de la ley divina. Otro, la dificultad que tenemos todos los seres humanos para reconocer que somos falibles, que nos equivocamos y pecamos, que a ratos somos torcidos y aprovechados, es decir, que buena parte de nuestro ser está hecho de barro. Y también hace parte del mundo de las medidas verdades un feroz espíritu que nos lleva a querer estar por encima de los demás en muchos sentidos a como dé lugar. Incluso mintiendo de oficio, que en este caso se hace no contando todo o dejando la historia a medio hacer. Y, claro, contamos la mitad de la verdad para no ponerle la cara a nuestros errores, propósitos ocultos, salidas en falso, intereses no revelados. Sombras nada más hay en algunos sectores de la vida.
Además de lesionar el valor único de la verdad, el exponerla solo a medias, es decir ocultando la información que la haría completa, las personas y también las instituciones, los grupos y equipos, se ponen sobre sus cabezas la espada de Damocles. Es como montar una farsa cuyo entramado se revelará totalmente en algún momento, sobre todo a la propia conciencia, donde no hay recovecos para esconderse.
Creo que nos hace mucha falta una educación para amar la verdad y detestar la mentira. Por el contrario, con frecuencia somos entrenados para la astucia, para ser ladinos, para engañar. Da asco esto. Nada más cierto que la afirmación de Jesús en el sentido de que la verdad nos hará libres. No resulta extraño que muchas personas se sientan más libres que nunca en el momento de sincerarse consigo mismo, con Dios y con los demás. Y a partir de allí suele comenzar la construcción de un hombre nuevo, una mujer nueva. La verdad, o se cuenta completa, o no lo es.