“Corruptos hacen creer que sapos son despreciables”
He agradecido desde el corazón la inmensa cantidad de mensajes de apoyo de miles de colombianos que me piden no abandonar las denuncias de la posible corrupción que hay en el Sena. Mi compromiso es seguir adelante y acompañar a los entes de control en la comprensión de los procedimientos en la planeación y ejecución de muchos contratos que al ser intervenidos durante mi administración, develaron patrones por medio de los cuales pueden haberse cometido ilícitos.
Los corruptos, esos funcionarios y contratistas del Estado que jamás han trabajado en el sector privado generando riqueza, produciendo bienes o servicios, creando valor y pagando impuestos, están acostumbrados a vivir del erario público, de la riqueza que producen otros. En virtud de su vida de parásitos, año tras año necesitan tomar la riqueza de otros para mantener su modus vivendi, por eso roban, y por una distorsión muy extraña en su cerebro, creen que tienen derecho legítimo a apropiarse del presupuesto de las entidades públicas y usarlo para su beneficio. ¿Cómo lo hacen? Amañan licitaciones, se inventan proyectos innecesarios, pero sobretodo contratan gente que les ayuda a mantenerse en el poder. Por eso las nóminas de las entidades son tan peleadas, porque ahí es dónde está el flujo de caja fácil, mejor dicho la plata.
Es un intercambio nefasto entre ladrones y víctimas. Muchas personas con tal de tener un ingreso se prestan para pagar mensualmente la vacuna del político que les consiguió el contrato. En el Sena se presentó el caso de una mujer que incluso grabó el momento en el que hacía el pago de un millón de pesos en efectivo. La denuncia fue publicada por la emisora W Radio y el video fue puesto para el conocimiento de Colombia. La víctima de esa extorsión existe. Hasta el momento, que yo sepa, los entes de control tampoco han hecho nada en ese caso específico que incluye presuntamente a Juan Valdez, otro de los personajes nefastos que hacen parte del equipo de Alfonso Prada.
A diario me llegan denuncias de muchas partes del país en el que me cuentan las atrocidades que viven muchos colombianos. Hay que aprender a decir No. Hay que tener el valor para poner un límite y denunciar. Es este país, los malos nos han hecho creer que los sapos son seres despreciables y se construyó un antivalor que exalta la complicidad en el delito como si ese fuera el orden en lo ético. Si cada vez más le decimos que no a los corruptos, por defecto terminarán quedándose solos. O quizá con el grupito de humanos a los que sí pueden comprarles la conciencia. Esas corruptelas se juntan y buscan con desespero cómo seguir manteniendo su modus vivendi. Así garantizan que van a seguir “gobernando”. A menos claro, que alguien los ponga en su sitio, es decir la sociedad. ¡Y sé que entre todos lo vamos a lograr!