HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Marzo de 2013

Patria de abogados

 

La  abogacía en Colombia hizo crisis y esa crisis tocó fondo. Tiene como causa principal la absurda proliferación de facultades de derecho. Para montar una escuela de derecho sólo se necesitan un galpón, unas sillas, un tablero y un profesor “orquesta”, sabelotodo. Con catedráticos de tercera tendremos profesionales de quinta. Como no existe la “carrera de Profesor”, los nombran por intriga y salen por concurso de ineptitud. Algunos dicen tranquilamente: “nómbreme profesor de “comercio” que quiero aprender derecho mercantil. Los que “no tuvieron tiempo de aprender se dedican a enseñar”.

Tenemos cincuenta y dos mil abogados y treinta mil estudiantes de derecho. En cinco años llegaremos a ochenta mil. El Japón, nación con ciento veinte millones de habitantes, cuenta con quince mil togados. Aquí hay abogados para veinte años. En el país funcionan treinta y siete facultades de derecho y siete de agronomía.

Al abogado en Colombia le enseñan a tramitar pleitos pero jamás aprende a prevenirlos. El derecho preventivo -brilla por su ausencia- enseña que el mejor litigante no es quien gana el pleito, sino el que lo evita. ¿Y qué decir de la moral forense? En los últimos cinco años han sido sancionados 1.182 togados. Las sanciones fueron: amonestación, censura, suspensión y exclusión.

El doctor Álvaro Tirado Mejía publicó un libro: Lucha contra la impunidad, y allí afirma: “De cada cuatro jueces, uno ha sufrido el intento de soborno o ha sido amenazado... El setenta por ciento de los empleados subalternos se deja sobornar... En numerosos despachos judiciales jueces y secretarios no se hablan”. En nuestro medio el que sabe, sabe y el que no, es abogado. Los profesores orquesta -dictan civil, comercial, penal, laboral, procedimientos, etc.- son los que más han contribuido a rebajar el nivel académico de la profesión.

En la Escuela General Santander a un bachiller le exigen trescientos puntos de la calificación del Icfes para estudiar milicia. Para ser admitido en una facultad de derecho sólo se requieren doscientos veinte puntos. De otro lado, el catedrático es increíblemente subestimado. Gana más un buldocero o un chef de un hotel de tres estrellas que un profesor. En el 95 por ciento de las escuelas de derecho no se editan revistas especializadas para difundir los trabajos de los estudiantes. Las bibliotecas son pobres. No existe el Departamento de Investigación Científica.

Urge mejorar el nivel moral y académico de la abogacía. Es un imperativo superar metas y dejar atrás la mediocridad en tan noble e importante profesión.