HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Noviembre de 2013

Alcaldía bogotana conservadora

 

Lo  más hermoso de la patria grande es la patria chica. La nación no es más que la suma de sus ciudades, pueblos y regiones. Miles y miles de hombres desde el trabajo tenaz de su ciudad, nutren con lo mejor de su sangre a su país. Y aún más importante que el pueblo o municipio es la familia. Es en esta célula vital donde reside la grandeza de una nación. Napoleón repetía: “solo la familia fuerte y unida hace próspera e inderrotable a la nación”. El mundo rectificó el concepto egoísta de la Revolución Francesa según el cual la sociedad tiene como soporte el “individuo”. El eje de la sociedad no es el individuo, es la familia. Entre una y otra hay tan estrecha relación como la que existe entre el efecto y la causa. La familia forma a la persona en lo físico, moral, cultural, y social.

El conocido y prestigioso empresario Diego Arango impresionó hondamente a figuras muy destacadas del conservatismo al exponer sus ideas como “precandidato azul a la Alcaldía de Bogotá”.Fue un memorable desayuno de trabajo, presidido por Omar Yepes, cabeza del Directorio Nacional Conservador. Se encontraban muchos líderes y exjefes como Carlos Holguín, Jaime Arias y otros valores muy reconocidos. Diego Arango ha hecho una carrera fulgurante en el sector privado como ejecutivo innovador. A este dinámico ejecutivo debe el país magnificas realizaciones. Su última hazaña consiste en haber creado con la enérgica y decidida colaboración de José Galat el canal de televisión Teleamiga, defensora de valores, ideas progresistas y trascendentales iniciativas socio-económicas. Este canal llega a 35 países.

Expertos analistas le dan un puesto de avanzada a Teleamiga, por su calidad, modernismo, variedad y riqueza de sus prestigiosos programas. Fue denso y estratégico lo expuesto por Diego Arango acerca de lo que debe ser un buen gobierno en Bogotá en empleo, movilidad, seguridad, productividad, justicia, salud, educación, y bienestar. Nuestros gobernantes, en todos los niveles, casi siempre se dedican a lo más urgente, no a lo más importante. Como un bombero, gastan el tiempo apagando incendios. Solo se piensa en el hoy, jamás en el mañana. Se olvida que el mandatario, según la hermosa frase: “debe ocuparse más de las próximas generaciones, que de las próximas elecciones”. De ahí el populismo, el asistencialismo, el seudomesianismo.

Si otras ciudades, con menos recursos económicos, financieros y sociales han salido adelante, ¿por qué Bogotá no puede superar sus centenarios problemas de pobreza, inseguridad, transporte, desarrollo empresarial, avance tecnológico y mejor aprovechamiento de sus gigantescos ingresos presupuestales? En Colombia tenemos un ejemplo impactante. Medellín, hasta hace poco, fue zona de candela, allí imperó la ley del gatillo, el caos y el terrorismo. Y su gente, en lugar de esconderse, afrontó con coraje la tragedia y ha sorprendido al mundo por su dinámica bancaria, la creatividad de sus alcaldes y la fortaleza de sus realizaciones. Hasta concursos mundiales ha ganado Medellín, por la administración sorprendente de sus pujantes empresas, la convivencia y los ejemplares rendimientos en todos los órdenes. Ir a Medellín es una delicia. El turismo fluye incontenible. Es el pueblo, en términos proporcionales con menos desempleo. Sus parques, avenidas, barrios, museos brillan y fascinan. Sus exalcaldes son propuestos como candidatos a la Presidencia de Colombia. Muchos concejales bogotanos y hasta un alcalde se encuentran en la cárcel por malos manejos.