La más marginada
La más marginada entre todas las marginadas es la campesina. Para ella hay menos oportunidades de estudio y son mayores los riesgos de enfermedades, desnutrición y muerte. Carece de seguridad social, vivienda y servicios públicos. La campesina tiene que atender tres frentes: trabajo en pie de igualdad con el esposo; atiende el aseo y organización de la casa, crianza de los hijos; cuida los animales domésticos.
La mujer rural no tiene protección para la maternidad, lo cual genera una altísima mortalidad infantil y materna. Hay que ampliar la seguridad social a este sector. La campesina es la más abandonada por el Estado, la sociedad y la familia. Su única alternativa es dejar la parcela y emigrar a la ciudad para incrementar los ejércitos de desempleados, servicio doméstico, trabajadoras informales y excluidos en general.
La mujer del campo proporciona la mayor parte de alimentos, comestibles y agua a los hogares rurales. Realiza tareas de protección del medio ambiente.
Los créditos bancarios no se le conceden a la mujer que labora en una parcela. La adjudicación de tierras, préstamos o casas se hace a nombre del marido, dejando en desamparo a la madre y a sus hijos. Como en el campo son frecuentes las uniones libres y multitud de hombres son polígamos, la mujer queda sin protección.
El analfabetismo es mayor en la mujer que en el hombre, por tener ella que abandonar pronto la escuela para cooperar en los quehaceres domésticos. Su salario, cuando lo hay, es inferior al masculino, simplemente por ser mujer.
De la campesina bien se podría decir que: Bienaventuradas las campesinas por ser pobres, pues así las podemos seguir ayudando para que continúen siendo pobres.
Bienaventuradas las mujeres sumisas, pues están muy lejos de la protesta o de la revolución.
Bienaventuradas las enfermas, pues ellas mismas se aplican medicinas elementales y así no tenemos que gastar en puestos de salud, enfermeras y profesionales.
Bienaventuradas las pobres del campo, siempre y cuando la desesperación no amenace la estabilidad del establecimiento político, ni altere la tranquilidad de los latifundistas y terratenientes.
Bienaventuradas las luchadoras del campo, pues mientras sean resignadas, obedientes y pacíficas, seguirán débiles y nada podrán hacer contra las leyes que perpetúan la desigualdad social.
La mujer del campo es la gran discriminada. Hay una diferencia abismal entre la calidad y cantidad de la educación urbana y la educación rural. En la ciudad tenemos centros de capacitación técnica. En el campo no. En la zona rural cada 15 minutos muere un niño por desnutrición. Se carece de agua potable y el 90 por ciento de las viviendas tiene piso de tierra y carecen de todos los servicios.