Navidad con fe en Colombia
Tengo los mejores recuerdos de la Navidad durante mi infancia, rodeado de mi abuela Teres, mis padres y hermanos. Toda la familia reunida alrededor de una típica cena santandereana, alegres por estar unidos, sintiéndonos amados y capaces de vencer los obstáculos. Desde entonces, para mí es una de las mejores épocas del año. Un tiempo para estar en familia y reencontrarnos con quienes amamos.
Ese sentimiento se lo hemos inculcado con Rosita a nuestros hijos y nietos. Pero esta Navidad será bien diferente. Mamá no estará con nosotros. Se ha ido, de la misma manera discreta y serena como siempre vivió. Nos hará mucha falta. Su memoria permanecerá siempre en nuestras almas. Y donde quiera que esté su espíritu sé que se alegrará de vernos reunidos en familia, como nos enseñó.
Sé que no ocurrirá igual con los millones de compatriotas que han perdido todo en este año que termina, por culpa del invierno, que ha destruido la infraestructura vial, desaparecido pueblos y veredas, sepultado a miles de ciudadanos e incomunicado a gran parte del país. Compatriotas para quienes la ayuda para salir de la primera tormenta no había alcanzado a llegar, cuando les cayó encima la segunda temporada invernal y les arrebató la esperanza.
Así están casi cuatro millones de desplazados forzados por la violencia, quienes a pesar de la nueva legislación para la paz aún no encuentran el camino para regresar a sus parcelas, retomar sus vidas, y comenzar de nuevo, con la certeza de que nunca volverán a soportar la acción depredadora de guerrilleros o paramilitares, que asesinaron a sus familiares, les despojaron las tierras y los expulsaron de sus territorios.
Sucederá igual con los secuestrados, algunos en poder de las Farc desde hace más de doce años, quienes han pagado una cruel e injusta condena impuesta por la demencia de esa organización ilegal, no solo a ellos, sino también a sus familiares y a los millones de colombianos que a diario exigimos su inmediata liberación.
El presidente Juan Manuel Santos ha luchado incansablemente por garantizar los derechos de las víctimas de la violencia o los damnificados por el invierno. Pero es más fácil redactar, impulsar y hacer que se aprueben en el Congreso leyes para avanzar en el camino de la reconciliación o para garantizar ayuda estatal para los afectados por el fenómeno de la Niña. Lo difícil, lo imposible, es gobernar la naturaleza, que se subleva, violenta e intempestivamente, contra la depredación del hombre y con un solo estornudo le cambia la vida a todo el planeta.
En esta Navidad habrá muchas mesas vacías. Muchos estómagos ansiosos. Demasiadas casas anegadas por la lluvia. Demasiados corazones rotos. Y muy pocos regalos en las manos de los más pobres. Como Gobernador, en estos últimos días de gestión, seguiré trabajando para contribuir a que renazca la esperanza y todos podamos estar seguros de que en este país habrá siempre una nueva oportunidad para salir adelante. Feliz Navidad a todos y todas.