HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Mayo de 2013

The Following

 

El título corresponde al de una aterradora serie de la televisión estadounidense que actualmente se emite por el canal Warner. Se trata de un profesor de literatura que decide recrear la obra de Édgar Allan Poe asesinando 14 estudiantes. Capturado y en prisión, logra crear una secta de seguidores que se dedican a matar, por matar, a orden suya.

El tema de la serie parece delirante y francamente increíble. Algo que solo se le ocurriría a un libretista o a un novelista. Eso, pensaría cualquiera: solo pasa en la ficción.

Pues no. También pasa en la realidad. Es más, es nuestra absurda realidad desde hace más de 50 años y acaba de producir, apenas la semana pasada, la muerte de 10 soldados y un oficial del Ejército Nacional en una emboscada guerrillera.

Bajo siglas de las más heterogéneas combinaciones y con ideas de los más diversos orígenes, pero todas foráneas, -maoistas, marxistas, leninistas, trotskystas, hoxhistas, anarquistas, etcétera- algunos iluminados nacionales y extranjeros decidieron que no había mejor manera de redimir la miseria y la opresión del pueblo colombiano que matándolo, extorsionándolo, secuestrándolo o desplazándolo.

La guerrilla que empezó como defensa campesina auspiciada por el partido liberal, bajo el mando de legendarios y nobles luchadores como Guadalupe Salcedo Unda, derivó en ideas delirantes de conquistas absolutas del poder para la imposición de sistemas totalitarios de estatización absoluta.

Terminó la guerra fría, se cayó el imperio soviético, se acabó el estado de sitio, entró en vigencia la Constitución del 91 y la guerrilla aún no se da cuenta de que todo eso pasó. Como en los 60, siguen apegados a una idea mesiánica y extremadamente paradójica: la redención de la vida a través de la muerte.

Exactamente como en la serie de televisión, tras una idea extrema y con un propósito absolutamente irrealizable, hay toda una secta de personas dispuestas a matar y hacerse matar, por el puro gusto de hacerlo, pues tienen que estar perfectamente conscientes de la inutilidad de la guerra que adelantan.

El fracaso de la lucha armada como mecanismo de conquista del poder está más que diagnosticado, incluso desde aquellos centros internacionales donde siempre se los ha apoyado. Pero aún así los líderes siguen ordenando matar y sus seguidores asesinando.

El subteniente Diego Fernando Agudelo Manzo; los soldados Román Darío Álvarez Bonilla, Christian Camilo Beltrán Guzmán, Geovanny Hernández Velásquez,  José Francisco Mendieta, John Jairo Montaña Ramírez, Juan David Romero Paternina, Néstor Javier Uribe Rivero, Diego Fernando Varón Herrera, Jefferson Alejandro Villarreal Herrera y Johan Hasley Castañeda Urrego, son los nombres de las más recientes víctimas de quienes matan bajo una sigla (Eln), en nombre de una idea irrealizable y ampliamente rechazada por la inmensa mayoría de la población colombiana.

Nadie sabe cómo o de qué manera, los padres, las madres, las viudas y los huérfanos que dejan esos 11 colombianos abatidos en Santander, fueron redimidos por los asesinos que mataron a sus hijos, padres, hermanos y esposos en nombre de la justicia social.

A quienes ordenaron esa masacre no hay que ofrecerles justicia transicional, sino siquiatría radical.

@Quinternatte