Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Noviembre de 2015

Una de las mayores tragedias nacionales

ARRECIFES

Treinta años

 

Hoy hace treinta años, el país estaba a tres días de empezar a vivir una de las mayores tragedias nacionales y el peor atentado de toda su historia contra la Administración de Justicia. Toda la estupidez de la que es posible el género humano se condensó en un solo día y en un solo lugar en Bogotá para acabar con la cúpula de la Justicia que entonces solo estaba compuesta por dos instituciones: la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado.

 

De un lado un grupo guerrillero, de los que han pululado en nuestro continente, lleno de todos esos mesías que desde su delirio extremo siempre han insistido en salvarnos hasta de nosotros mismos y que para convencernos de las bondades de su doctrina no han encontrado mejores métodos que el secuestro y la extorsión, ni mejores argumentos que los del tableteo de los fusiles.

 

Del otro lado, una cúpula militar criada y deformada en la más pura doctrina de la seguridad nacional de la escuela de las Américas, para quienes toda reivindicación social no era más que una conspiración del comunismo internacional para tomarse el país y el continente. Adicionalmente herida en su vanidad de cuerpo por los éxitos de espectacularidad propagandística de un grupo de guerrilleros que les habían robado cientos de armas de su propia casa, y a los que habían tenido que dejar ir en paz y con dinero en el bolsillo en la toma de la embajada de la República Dominicana.

 

Y en medio, un par de corporaciones judiciales, sin más poder que el moral de su desempeño como magistrados insobornables, solo preocupados de la calidad y justicia de sus decisiones. Hombres y mujeres muy importantes, pero sin ningún poder real en el juego político nacional del que iban a ser víctimas.

 

En 28 horas de terror que empezaron el 6 de noviembre de 1985, el país fue testigo cómplice y mudo de todas las bajezas propias de la especie humana: traiciones históricas, como la de Delgado Mallarino a Alfonso Reyes o la de Belisario Betancur con la verdad. Furia asesina de quienes entraron al Palacio de Justicia matando vigilantes y conductores, o de quienes intentaron retomarlo disparando cañonazos.

 

Todo ocurrió en el centro de la capital de la República. Mucho de lo que pasó sucedió frente a las cámaras de televisión y a los noticieros radiales que antes de ser censurados por Noemí Sanín transmitían en directo como si se tratara del mismo partido de fútbol con el que Belisario y ella nos distrajeron de la tragedia. Y no obstante toda esa exposición y todos los archivos y testigos que existen, la verdad real de lo que pasó no ha podido reconstruirse.

 

No hay peor enemigo de la verdad que el tiempo, enseñan en todas las facultades. Y eso tampoco es cierto. El peor enemigo de la verdad es la falta de voluntad política para esclarecerla. Y desde el mismo instante en que empezó la toma y se produjo la retoma, en lo único que terminaron de acuerdo todos fue en esconder la verdad.

 

@Quinternatte