Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Mayo de 2016

ARRECIFES

Ladrones bufones

 

UN  video colgado en twitter, una de las poderosas redes sociales que ahora agitan la opinión, cumplió su propósito al armar tremendo zaperoco la semana pasada. Un ciudadano, tan común que anda armado con un teléfono de esos tan inteligentes que sirven hasta para hacer llamadas, pilló al  ex Alcalde Mayor de Bogotá en inmediaciones del Parque de  Santander, parado por ahí como cualquier desempleado de los muchos que la corrupción ha dejado. El ciudadano le reprocha su  aparente libertad, que deduce de que no está esposado, y le pregunta si no siente vergüenza de haberse robado todos los millones de pesos que se robó y de ser "una rata (...)".

 

Desde el políticorrectismo han salido muchos a defender al pobre ex Alcalde y casi que a exigir que el ciudadano que lo enfrentó salga a disculparse por haberlo agredido.

Más allá de las interpretaciones que el hecho origina, desde  la pura perspectiva objetiva de lo que muestra el vídeo, parece razonable la  reacción de un ciudadano cualquiera que ve en la calle sin aparente guardia  a quien la administración de justicia acaba de condenar en primera instancia a pena de prisión como responsable, entre otros, de delitos contra la  administración pública que implican el apoderamiento o desvío de dineros públicos y que significaron --y aún hoy significan-- un grave atraso en los índices sociales y de desarrollo de la capital de la República.

 

El Inpec explicó que el individuo no estaba esposado por razón del grado de seguridad en que está clasificado. Parece lógico, sobre todo si se tiene en cuenta que ninguna sentencia contra Samuel Moreno está en firme, por lo que técnicamente sigue amparado con presunción de inocencia. Pero es que el vídeo muestra que en un momento se queda solo. El guardia que lo acompaña se aleja de él. Y la guardia no sólo responde porque no se fugue el interno, sino que garantiza su seguridad.

 

Ahora bien, la situación en sí misma y la reacción de algunos eminentes opinadores nacionales muestra que en Colombia lo más grave no es la corrupción, sino la tolerancia social con el corrupto. Procuradores de los de antes, de los que estaban más pendientes de la corrupción que de los gustos sexuales ajenos, siempre reclamaron contra la falta de sanción social a los corruptos.

 

Tipos condenados por enriquecimiento ilícito que terminan de jueces de la moral ajena en la primera cadena radial del país o pasan de apropiarse de acciones ajenas a líderes de la oposición, son apenas ejemplos de la laxitud moral que el país tiene para con sus corruptos. No hay, se quejaba Gómez Méndez, el primer club social que le haya cancelado la acción a un socio por haber incurrido en peculado.

 

De modo que un madrazo en la calle o llamarlos "rata inmunda" es para los ciudadanos del común la única sanción social imponible. Para los corruptos es apenas un gaje del oficio que los millones robados les deben ayudar a soportar. Si no quiere que lo insulten. No robe. O no salga a la calle.

@Quinternatte