Por distintas vías, con empecinamiento, de manera irracional, exponiendo más vidas a la pandemia del covid-19, la protesta tiende al hundimiento social, el monto de las pérdidas que ha ocasionado el paro nacional, con la infiltración de los vándalos, supera a la suma que el gobierno afirmaba se recaudaría con la equivocada y fallida propuesta de reforma fiscal, el propio Marx anotaba que “la razón siempre ha existido pero no en forma razonable”, el juicio es la única cosa que nos distingue de los animales.
La anarquía no resuelve problemas y si bien existen reclamaciones fundadas imposible resolverlas de inmediato con la destrucción de bienes públicos y privados, enfrentando a sectores del pueblo con otros afectados por el inequitativo orden comunitario, incitando a que la violencia irrumpa, la convergencia de crisis conduce a la vorágine.
Si por culpa del caos la sociedad no llega a contar con la satisfacción de necesidades básicas de agua, alimentación, salud y educación el proceso será muy complejo, el colapso se siente y si lo profundizamos inimaginable pensar lo que vendrá con el hundimiento de la sociedad y de sus instituciones.
Las calificadoras de riesgos de inversión al disminuir la nota a Colombia por no haberse aprobado la ley para disminuir el hueco de caja en nada ayudan, carece de lógica llevar al Congreso en las actuales circunstancias cualquier iniciativa de esta índole, urgen las premisas de consenso que permitan levantar el paro, es hora de solicitar a la clase dirigente que deje de equivocarse.
Una reorganización administrativa con criterio de unidad nacional es imprescindible, hay que aterrizar diálogos hasta ahora confusos y los voceros de los protestatarios deben disminuir pretensiones irrealizables, evitar que la fuerza se imponga al derecho y desaparezca el sistema democrático.
Objetivo impostergable ponernos al día con la política internacional, ningún Estado, ni los organismos internacionales se pronuncian sobre lo que acontece en Colombia, en esta área la participación de las misiones diplomáticas tiene que ser positiva y coherente.
El fenómeno que vivimos corresponde superarlo porque la sociedad, no solo uno de sus componentes, entra en etapa de hundimiento, al deseo acompañado de la intención de satisfacerse lo denominamos esperanza, despojado de tal idea, como ocurre por estos días es desesperación y en este extremo nos encontramos. La democracia se basa en el respeto por el ser humano, si la reemplazamos por la barbarie los pilares de la cultura desaparecen y en lugar de disminuir desigualdades abrimos las puertas al caos.
Las mayorías, independientemente de estratos quieren el cese de la incertidumbre, recuerdo a Hitchcock, “Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa, debajo tiene una bomba a punto de estallar, él lo ignora, pero el público lo sabe. Este es el suspenso”. El símil sirve para identificar la situación en la cual nos encontramos los colombianos pendientes de que aparezca una señal salvadora, con nuestra voz silenciada por la algarabía y las noticias alarmantes, a veces tendenciosas, que agravan conflictos.