Alguna vez, cuentan los Evangelios, Jesús expulsó demonios que tenían poseída una persona. Sus malquerientes, en lugar de maravillarse, lo acusaron de expulsar los demonios por obra de Belezebul, el príncipe de los demonios. “Palo porque bogas….”. Hoy en día, entre la multitud de demonios que se hace necesario exorcizar se encuentra el del virus del covid-19, ¿O no? Los científicos le han creado a la humanidad entera una nueva vacuna y ya empieza a llegar a todos los rincones de planeta, aunque nadie puede distribuir 7000 millones de vacunas en quince días. Pero las primeras noticias acerca de la aplicación de la misma empiezan a encender una luz de esperanza aquí y allá y en diferentes comunidades. Poco a poco. Es como si la alegría asomara de nuevo su amplia sonrisa sobre la humanidad. Y todos contentos. Aunque no todos.
Es increíble, y tal vez merece una investigación científica, cómo estas noticias no generan alegría en todas las personas. Gentes de mal espíritu comienzan a crearle mal ambiente a la vacuna, a la distribución, al lugar donde se comienzan a aplicar, a la persona que hace la inyección, al brazo del que la recibe, al avión que las trajo, al camión que las llevó. No parece importarles ninguno de los datos catastróficos que ha dejado la pandemia, ni los muertos ni los agonizantes, ni la pobreza ni el hambre. Lo importante es crear mal ambiente, sembrar dudas, hablar mal de quienes sí están poniendo el pecho a la pandemia. Estos tales de mal espíritu han perdido la fe en todo y en todos, viven de crear zozobra y de apagar esperanzas, de ahogar esfuerzos colectivos, de aplastar ilusiones. Y, aunque todo esto es ya de por sí muy malo, lo peor es que terminan por apartar a mucha gente de la decisión de vacunarse y, por tanto, esa es la verdad, ponen en riesgo la vida de otras personas. Esta es la eterna historia de quienes posan de críticos y libertarios y ocasionan muchos males a la humanidad.
Pero en el fondo estamos ante personas que son incapaces de ser felices. Y de la misma manera obstruyen la felicidad de los demás. Pienso que en todo esto hay mucho de proyección de sus propias frustraciones y desesperanzas. No quieren tener nada que ver con la alegría de la vida propia y ajena. Su método, porque lo es, consiste en derrumbar todo aquello que realmente libere a los hombres, que los haga salir del poder del mal, de las tinieblas del error, del yugo de quienes no quieren un rebaño inmune, no solo a las enfermedades, sino también a las manipulaciones de unos pocos que no conocen la luz. Pero como siempre sucede, el espíritu humano y el divino, son mucho más fuertes y superiores que toda fuerza maligna, triste y desesperanzada, que desde aquel famoso pecado original quiere someter a la humanidad. No podrán. Una sangre divina ha sido derramada para derrotar todo espíritu inmundo. No hay reversa.
PS: Felicitaciones al hospital San Ignacio. Ser sancionado por no prestarse para matar niños en el vientre materno, habla muy bien de sus principios cristianos y de su decisión de ser un centro para cuidar la vida, nunca para destruirla.