Incongruencias frente al covid-19 | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Junio de 2021

Nos encerraron demasiado temprano y durante mucho tiempo.  Esa es una frase que dije y varios influenciadores y colegas me cayeron como ave de rapiña a tildarme de irresponsable. A pesar de ello hoy insisto en lo mismo: el fracaso de los políticos en el manejo de la pandemia en Colombia es estruendoso.

En un principio atemorizados por la presión social y ante el desconocimiento de lo que se podía venir, nuestros alcaldes y gobernadores andaban felices, como pequeños dictadores, mandándonos a la casa para salvarnos la vida. El discurso que esgrimía la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, al decir que debía primar la vida sobre la economía resultó ser la falsía más absoluta, pues hoy nos quedamos con los muertos y sin la economía.

“Las empresas las construimos después, las vidas no las recuperamos nunca”, dijo en una entrevista la mandataria. Es entendible que el desconocimiento a lo que nos enfrentábamos en ese momento hiciera que los mandatarios tomaran esas decisiones. Lo que no es aceptable es que desconocieran la realidad social de nuestro país. La informalidad, el hambre y las inequidades que se exacerbaron con los confinamientos.

Tuvimos unas de las cuarentenas más largas del mundo y hoy en medio del peor momento del covid-19, cuando tenemos más muertos y contagiados, ahí sí nos hablan de reactivación.

El estallido social que vive Colombia es producto de muchas variables. Pobreza, corrupción, un gobierno sordo y un año de prolongados confinamientos que poco sirvieron. Destruyeron el tejido empresarial y aumentaron el desempleo más que en otras latitudes. Un año de jóvenes encerrados sin posibilidad de estudiar, sin posibilidad de encontrar trabajo y con múltiples dramas familiares, se sumaron a un cúmulo de factores que generaron el estallido social actual.

Hoy, en el peor momento de la pandemia, en donde los contagios están más altos que nunca, así como la ocupación de las unidades de cuidados intensivos, nos dicen que empieza la reactivación económica. Durante un año nos amedrentaron con la ocupación de las UCI no permitiendo la apertura de bares y restaurantes, quebrando miles de familias que vivían de esta industria, y hoy nos hablan de apertura.

No queda de otra, sin duda, pero que se responsabilicen de sus errores y que tengan la gallardía de reconocer que son responsables del atraso económico al que estamos abocados. Y que no nos digan que todo pasó porque no hubo transferencias económicas a los más pobres. Las finanzas estatales y locales no tenían la capacidad de mantener familias enteras durante un año encerradas en sus casas. No hay bolsillo que lo aguante y mucho menos el nuestro.

Por eso, a todos aquellos que fustigaban desde sus tribunas que era una irresponsabilidad cuestionar en un país como el nuestro el confinamiento, les cabe también una responsabilidad. Primero entender que la democracia implica interrogar; segundo, que había que conocer nuestra realidad social para entender que no se podía gritar exigiendo encierros prolongados, recrudeciendo la situación social de quienes lo han perdido todo.