Esta experiencia temporal, la vida como la conocemos, hace parte del eterno viaje de la consciencia, que en este tramo del camino nos corresponde desplegar en un planeta diminuto que gira alrededor de una pequeña estrella, ubicada en los confines de una modesta galaxia. Aunque lo anterior pareciese implicar que somos insignificantes, lo que aprendamos aquí resulta muy importante para la evolución existencial.
Cuando tenemos tres años, y empezamos a reconocer los números naturales mientras contamos cantando una canción, no alcanzamos a imaginar las aplicaciones más avanzadas de las matemáticas en el desarrollo de las ciencias de frontera, lo cual no quiere decir que lo no percibido no exista. Vivir segmentados no significa que la unidad no sea real. En nuestro día a día estamos informados casi que al instante de todos los hechos inarmónicos que ocurren en el mundo, que no es preciso mencionar aquí, pues la lista es larga y evidente. Se nos presenta un mundo de lucha, en el que la confrontación es la ley. Por fortuna, también conocemos, aunque en menor escala y con tendencia al alza, actos fundamentados en el amor.
Los seres humanos elegimos las frecuencias en las que vibramos, si las altas del orden amoroso o las bajas del caos. Lo hacemos todo el tiempo, fluctuando entre unas y otras, así no nos demos cuenta: si se cayeron algunos ángeles, seres de luz de elevada vibración, con mayor razón nosotros, párvulos de los multiversos. La lógica maniquea nos ha hecho dividirnos entre los buenos, generalmente nosotros, y los malos, esos otros seres oscuros. Pero no sucede tal cosa, pues todos hacemos parte de la misma totalidad, aunque suene redundante y para algunos, repugnante. Todos tenemos sombras que precisamos reconocer e integrar. No se trata de evadir la realidad y desconocer las acciones que están al otro lado de la armonía y que generan malestares, dolores y penas. De hecho se trata -creo yo- de verlas, pero desde otra perspectiva, pues si las seguimos viendo con ojos de juicio profundizamos la fragmentación. Evolucionar es avanzar hacia la integración, no fomentar más divisiones.
Es más efectivo construir a favor de que luchar en contra de. En esto último tenemos experiencia, pues ha sido la dinámica imperante, que podemos desaprender para actuar desde otros lugares más armónicos. En nombre del amor nos seguimos excluyendo. ¡Por supuesto que es preciso detener las acciones destructivas! Para ello tenemos normas, que hemos validado y que requerimos en este plano elemental de consciencia. Sin embargo, más allá de ello y de que las leyes se violen, cabe preguntarnos por el sentido de eso que ocurre y que tildamos de espantoso, encontrar los significados vitales ocultos en estados caóticos, de alta entropía. Si formulamos esa pregunta, llegarán respuestas que nos permitirán ampliar la comprensión de la vida. Esa es la integración: reconocer que todo tiene un propósito, que en cada situación podemos construir aprendizajes. Y que todo, ¡todo!, es preciso para la evolución de la consciencia, a la que estamos llamados.