Jaime Alberto Arrubla Paucar | El Nuevo Siglo
Jueves, 21 de Enero de 2016

AHORA ES DELITO AUTÓNOMO

Respuesta legislativa a barbarie con ácido

“Deformar a una persona es un acto bárbaro y vil”

 

En columna añeja observábamos sobre el auge de una modalidad delictiva  que ocasiona grave daño a la víctima y un gran escozor a la sociedad: seiscientos veintiocho casos en los últimos seis años.  Arrojar ácido a la persona convertida en objeto de rencor y de odio con el propósito de desfigurarla, deformarla y que tenga que arrastrar esa situación denigrante y excluyente  por el resto de su vida. El propósito no es matarla, no utilizaría el agresor tan controvertida arma; lo que se quiere es precisamente, dejarla viva, pero deforme,  destruida en su imagen, de tal manera, que sienta día a día y por el resto de su existencia el peso de su deformidad. 

 

Solo a un bárbaro se le ocurre proceder de  semejante manera  frente a una persona que conoce, con quién tuvo relaciones afectivas.  ¿Que lo llevará a proceder tan vilmente?, a veces por desengaño amoroso, por rechazo afectivo o por celos.  ¡Que bajo desciende a veces la condición humana, que poco respeto por los demás y por la libertad que deben tener todos los seres humanos!

 

En Colombia esta modalidad delictiva no tenía una existencia propia como tal, se confundía dentro de los delitos de lesiones personales y se agravaba por la deformidad, con una pena máxima de quince años de prisión, que luego es objeto de rebajas, por las dos terceras partes cumplidas y todo lo demás de nuestro sistema.   Así lo reglamentó  la Ley 1639 de 2013. No se consideró necesario crear un tipo penal especial según decisión de la Comisión Asesora para el Diseño de la Política Criminal del Estado. 

 

Afortunadamente,  este criterio ha sido  revaluado.  El auge que  tomó esta modalidad delictiva, el gran impacto social que ocasiona, el grave daño a la víctima,  impulsó una reforma legislativa que ha culminado introduciendo un castigo ejemplarizante y que ha entrado en vigencia desde el pasado 6 de enero.  Es cierto que la amenaza de pena no contribuye eficazmente al control de la delincuencia, sino la certeza en su aplicación;  pero  unas penas mínimas y desproporcionadas con el daño ocasionado, ver a los  delincuentes de esta modalidad tenebrosa, recuperando la libertad rápidamente, poco favor le hacen a la sana convivencia y al equilibrio, y la paz social.

 

Deformar a una persona intencionalmente, destruir su rostro, condenarla  a semejante estado que le alterará su vida en relación con los demás seres humanos, debe superar el tratamiento de unas simples lesiones personales; es tan grave como darle muerte, es enterrarla viva.   Ahora se considerará como un delito autónomo, que ameritará penas que oscilan entre los veinte y los cincuenta años, que compromete toda la cadena delictiva.  Los culpables por este delito no podrán acceder a ningún beneficio judicial, por lo que tendrán que cumplir con la totalidad de la pena impuesta. 

 

A buena hora se cierran espacios  a personas que tienen semejante ánimo de hacer mal a otro ser humano.   Este delito de atacar con ácido a los semejantes es el más  execrable de lo que hemos visto en los últimos tiempos.

 

A buena hora el Estado  responde con civilización, pero  enérgicamente para sancionar a este tipo de delincuentes.