Jaime Pinzón López | El Nuevo Siglo
Miércoles, 28 de Enero de 2015

La monja embarazada

 

Que una monja salvadoreña estuviera embarazada en un convento de Rieti, pequeña población italiana, y con dolor de estómago -según ella sin saber su estado-, diese a luz  un niño a quien bautizaron con el nombre de Francisco, en honor del Papa, ha suscitado escándalo.

Sin embargo, es un hecho normal. A los sacerdotes que tienen hijos no les duele la barriga. El asunto se relaciona con los votos de castidad y el celibato dentro de la Iglesia Católica. La actividad sexual es irreprimible,  hasta la gay, en seminarios y conventos. La noticia no pasa inadvertida como tampoco lo fue, en tiempos de la Colonia, el descubrimiento, en Bogotá, del túnel que comunicaba los templos de San Francisco y La Veracruz, ruta de tránsito nocturno de padres y monjas.

Veámoslo de modo no timorato. Somos humanos. Que yo sepa no se requieren certificados de virginidad para hacerse monja o cura.  Una investigación arrojaría que apenas un mínimo de tonsurados y sores lo son. Es importante continuar la reforma de este tipo de prohibiciones, las cuales tampoco conmueven los cimientos de la Iglesia cuando persiste la disminución  de vocaciones. Es insensato el relato acerca de la madre superiora que aconsejaba a las novicias visitantes para comunicarle sus embarazos un retiro por dos años y sorprendió al informar que ella también se iba este lapso porque el diablo había llenado de semen las velas de la capilla. Ya una empresa italiana hace cuatro años puso en circulación en Inglaterra la imagen de una monja embarazada comiendo un helado de marca promocional y por esto las ventas no aumentaron a pesar de que se encontraba de visita en Londres Benedicto XVI.

El celibato y el voto de castidad provienen del Concilio de Letrán, convocado por el Papa Calixto en el año 1123, obligatorios con el objetivo de que sacerdotes, diáconos, subdiáconos, monjas y monjes, para sin familias a cargo se dedicaran al servicio de Dios, con regulación propia de sueldos y alojamientos. Que una mujer haya quedado embarazada no es noticia, pero si es monja conmociona. Algunos proponen repartir mayor dosis de preservativos en los claustros, incluyendo aquellos de clausura. El remedio es peor que la enfermedad. En este caso resultaría mejor la abolición del celibato, reorganizar congregaciones y conventos. Lo acaecido contraría reglas milenarias pero está lejos de ser alarmante o antinatural. Los moralistas se rasgan las vestiduras. Cambios vendrán porque son inevitables. Estos comentarios giran alrededor del episodio de la monja embarazada y del nacimiento de Francisco, que aspiro crezca bien y logre el desarrollo de su vida  sin traumas.