Los gurús también lo dicen
Barranquilla fue escenario hace unos días del Seminario Internacional del Sector Cárnico Bovino. Un enriquecedor debate que congregó a representantes del Gobierno, gremios, productores, industriales y expertos internacionales, para refrendar los temores que de tiempo atrás hemos advertido frente a la profundización de los TLC. Las conclusiones fueron reveladoras y, lo más importante, abrazaron un ánimo propositivo y de trabajo conjunto, para desatar los nudos gordianos que limitan la competitividad de la cadena cárnica y la admisibilidad de nuestros productos en los mercados internacionales.
El evento contó con la presencia de autoridades y protagonistas muy significativos en el sector cárnico procedentes de Brasil, Uruguay, Argentina, Reino Unido y EE.UU. Sus advertencias fueron en dos
frentes: oportunidades y limitaciones. De un lado, alertaron sobre la disminución en la producción mundial de carne y, a su vez, el aumento en la demanda. Entre 2010 y 2020 podrían necesitarse 40 millones de toneladas adicionales, donde la bovina pasara de transar en el mercado internacional
7,2 a 14,6 millones de toneladas.
Las malas noticias se centran en los requisitos para la comercialización de carne, cifrados en una legislación transnacional exigente en el área fitosanitaria. Su alarma es clara: sin un sistema de control y vigilancia en materia de inocuidad alimentaria, sin trazabilidad animal y una mejora sustancial en la competitividad productiva del sector, Colombia nunca accederá a los mercados de EE.UU., la Unión Europea o Asia-Pacífico.
Todo aquel que quiera vender en esos mercados, tendrá que andar al mismo ritmo de otros jugadores de talla mundial. No hay protocolos express para países amigos.
Si bien hemos avanzado, gracias a que hoy somos libres de aftosa con vacunación, las palabras de los expertos volvieron a poner sobre el tapete la urgencia de acelerar los tiempos de la denominada agenda interna. Sin duda los Conpes Sanitarios de 2005 son la hoja de ruta de esa agenda de accesibilidad sanitaria y de inocuidad. Pero pasar de la formulación a la ejecución, ha resultado difícil.
Desde antes de negociar el TLC con EE.UU., es decir, hace más de diez años, conocíamos las amenazas y las debilidades. Pero no hemos hecho la tarea completa. Lo que nos convierte en carne de cañón, frente a los contingentes y desmontes arancelarios previstos en los TLC y, más aún, de cara a las restricciones sanitarias que hoy pesan sobre el sector. Al margen de lo que se pactó y en donde no fueron pocas nuestras voces de protesta, creemos que muchos propósitos siguen engavetados. Así ocurre con el Conpes para la reconversión de la Cadena Láctea y los Conpes sanitarios 3375 y 3376 de 2005. Su máximo desarrollo fue la expedición del Decreto 1500, cuyas prórrogas mantienen un sistema de sacrificio atrasado, financieramente irracional y que parece conminarnos al “doble estándar” que rechaza el comercio mundial. Lo que representa un enorme costo de oportunidad frente al TLC con Canadá o EE.UU.
Pero la invitación no fue sólo para el gobierno. El llamado para los productores, fue a escalar sistemas eficientes de producción, explorar tecnologías y aumentar la productividad por hectárea, incluyendo capacitación, formalización y manejo sostenible de la tierra y el agua, para evitar la dramática experiencia mexicana que, de más de 280 mil ganaderos, hoy como resultado de su TLC con EE.UU., apenas suman 32 mil productores.
Grosso modo se trata de articular y ejecutar un plan de acción entre Gobierno, gremio y productores, para gestionar una política exportadora identificada con el Programa de Transformación Productiva, del que hace parte la ganadería colombiana.
@jflafaurie
*Presidente Ejecutivo de Fedegan