JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Diciembre de 2011

Feliz Navidad

Y finalmente estamos en Navidad. Momento de familia, de recogimiento, de mucha alegría, de profunda generosidad, de entrega, de volver a lo básico, de vivirlo intensamente. Una fiesta que en medio de centros comerciales inundados de personas, de locales en donde ni siquiera se puede respirar, de compras que copan las tarjetas de crédito, siempre es buena para la reflexión. Para hacer un balance de la vida, para redescubrir lo que hicimos o dejamos de hacer que hubiese contribuido a construir un mundo mejor.

No sobran las vacaciones y el descanso, pero es igualmente importante aprovechar este espacio para recordar la razón que existe para una celebración que llega a la mayoría de las naciones del mundo, y en la que los árboles de Navidad, las luces, los colores, el pesebre, nos hacen recordar los sueños, vivir la esperanza y redescubrir en la naturaleza y humildad de los seres humanos menos favorecidos, la ocasión para compartirles sueños y descubrirles una oportunidad de esperanza.

Se dice que esta fiesta surge hace más de 1.800 años para celebrar el nacimiento de Jesús, una persona que para muchos de nosotros es el Hijo de Dios, para otros un profeta que vivió una vida basada en el amor, y para otros un líder espiritual. Independiente de estas posiciones, Jesús es un ejemplo de vida y desde su nacimiento experimentó las dificultades propias de su realidad humana.

En el caso colombiano, la celebración de Navidad, se acompaña del tradicional pesebre (recordando el nacimiento de Jesús), la lectura y rezo de la novena, las celebraciones familiares durante nueve días, la fiesta del 25 de diciembre de nuevo en familia, una comida especial para la celebración de Navidad, y mucha vivencia del amor y el encuentro de los seres humanos.

La Navidad que viviremos en dos días debe ser un lindo momento de reflexión sobre la caridad y sobre los demás, especialmente aquellos más necesitados. En un país que vive en medio de un nivel aberrante de inequidad y con altos niveles de pobreza extrema, es conveniente volver la cara hacia ellos que dignamente merecen ser acogidos con amor. No para atender esa necesidad sólo por esas fiestas, sino más importante, para hacer de esta Navidad el inicio de una mayor dedicación y preocupación por esos necesitados.

Un país como Colombia reclama en Navidad una mayor atención a problemas que son expresiones de muy poco amor, la violencia, el terrorismo, los grupos armados y sus acciones sobre los militares y la sociedad civil, las diferencias que se tornan agresivas, la miseria y falta de igualdad de oportunidades y más ahora con los desastres derivados de fenómenos naturales y tantos otros momentos en los que hace falta la mano amiga, solidaria, comprensiva y voluntaria para colaborar, para entregarse al otro.

Bienvenida la fiesta familiar y la alegría de la Navidad y el amor que se desprende de ella. Pero bienvenidas nuevas ideas que hagan de Colombia una nación más justa y en paz.

jrestrep@gmail.com