JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Jueves, 13 de Septiembre de 2012

¿Miopía o populismo?

 

Se nos anuncia con bombos y platillos que el suministro de agua lo tenemos garantizado los bogotanos, por lo menos en el cubrimiento de nuestro mínimo vital. Dicho anuncio, implica que en caso de quedar como deudores morosos no tendremos la infortunada situación de ver cerrado “el chorro” de nuestro acceso al agua potable. En palabras simples, significa que a partir de la fecha podemos asegurar que siempre tendremos el mínimo vital de agua, independientemente de que la paguemos o no, desde el estrato 1 hasta el 6.

A todas luces, esta noticia es comparable con que se nos garantizará el mínimo vital de educación o de salud o de recreación. Significa un mínimo de prestación de un servicio público, que no revisa si existe o no pago por parte de los beneficiarios.

Una política como esta será siempre buena noticia para la mayoría de las personas. Qué mejor saber, que “la culebra” del acueducto no nos puede picar, por cuanto el Distrito cubre con ese problema. De la misma manera, cómo argumentar en contra de la prestación “cuasi gratuita” del mínimo de agua que una persona necesita para sobrevivir. Oponerse entonces a una medida como esta parece entre insensato, antisocial, desalmado o estúpido. Finalmente es absurdo negarse a una política que nos puede beneficiar de forma importante a cada uno de nosotros.

Sin embargo, me permito prender alertas por medidas como esta, que oscilan entre el populismo, la irresponsabilidad fiscal, y el enorme riesgo de su impacto de mediano y largo plazos.

Enseña la economía que las personas forman expectativas y con base en ellas actúan. Ejemplifica esta ciencia lo anterior diciendo, por ejemplo, que en sociedades donde hay amnistías tributarias recurrentes, la reacción del contribuyente es dejar de pagar esperando la amnistía, y por ende ello reduce el recaudo impositivo consistentemente.

Algo de esto podría uno anticipar. Me atrevo a predecir que una medida como ésta invita a que el usuario deje de pagar (en especial aquel que sobrevive con el mínimo vital), esperando a que nunca pierda el servicio. Algo similar ocurre en algunos pueblos de la Costa donde los usuarios se acostumbraron a que la empresa de servicios públicos debe proveer el servicio gratuitamente y la manifestación que hacen es cuando a alguien se le ocurre cobrar.

Y en contravía de lo que puedan esperar los más acaudalados, ¿para qué hacer extensiva esta medida a los estratos medios y altos? ¿No era suficiente con garantizar un subsidio a los estratos bajos que no tienen acceso al servicio público?

Finalmente la pregunta es ¿quién va terminar pagando este nuevo costo socialmente muy atractivo, pero fiscalmente irresponsable?

Lo increíble es que mientras esto sucede, al sector empresarial que es el generador de riqueza en la ciudad (Caso Bavaria), se le elimina el servicio del agua, mientras que “el cuasi estado de bienestar” asume los costos del servicio a toda la población. ¡Perdón, pero las cifras no cuadran!

jrestrep@gmail.com