JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Marzo de 2013

El reconocimiento a Medellín como la más innovadora en el mundo no puede pasar inadvertido como modelo y esfuerzo de su dirigencia y sus gentes en general, mientras en contraste, crecen necesidades de verdadero desarrollo en otras regiones.

No menos del 80 por ciento de principales centros urbanos reclama obras de infraestructura para agilizar la actividad cotidiana y lograr que diversas zonas y apartadas localidades en crecimiento entren en la esfera del siglo actual.

No son  pocas las capitales departamentales, ciudades intermedias y pequeños municipios que aún no tienen eficiente servicio de acueducto y alcantarillado. Sus vías de acceso y el tránsito en su perímetro se hace a través de calles “bombardeadas” por el desgreño administrativo.

La distinción a Medellín, aparte de celebrarse con actos del orden nacional y regional, debe pasar de la fiesta a la práctica.

Este galardón otorgado por CitiGroup y Wall Street Journal marcará el despegue a partir de este año de una cadena internacional de eventos que, en Medellín, conocerán e intercambiarán experiencias.

De fondo, el premio es oportunidad para darle un valor agregado, que tenga reflejo práctico para el país y promoción al exterior, traducido en multiplicación de negocios en construcción y urbanismo, y asesoría en modelos de desarrollo con calidad de vida.

El aporte tangible para compartir de cierta manera el reconocimiento debería ser la creación de un Proyecto Nacional de Desarrollo Urbano que despierte a alcaldes, concejales y empresa privada.

Algunos de los modelos destacados en beneficio de la ciudadanía se pueden aplicar en  otras ciudades, con la iniciativa de los innovadores premiados.                                                                                                                                                                                                             

Por fortuna, cada vez quedan atrás, regionalismo y rivalidad, que en otras épocas, sumaron más problemas del país y acrecentaron desinterés por el verdadero concepto de Nación.

Colombia no puede verse sólo alrededor de los colores nacionales en las competencias deportivas o cuando nos tocan las fronteras, como sucede con la Corte Internacional de la Haya. De lo contrario, para utilizar una expresión común, cada región seguirá viviendo su carnaval.

Autoridades y sociedad en general podrían  seleccionar proyectos para lograr eficiencia en servicios públicos, infraestructura en transporte masivo, espacios recreacionales, y ante todo, calidad administrativa que derrote la corrupción.

El motor está en manos de mandatarios regionales y empresa particular para hallar desarrollo con innovación, creado en Colombia y no en Indochina.

Bogotá y otras ciudades están enfrascadas en controversias parroquiales, las mismas del siglo pasado, con alcaldes miopes, concejales de rapiña y oportunistas de negocio fraudulento.

Ojalá Medellín mire más allá de su frontera antioqueña y haga de su reconocimiento a la innovación una muestra con carácter de empresa al servicio del país.