JUAN CAMILO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Septiembre de 2013

El espejo de Pemex

 

Esta  semana  Enrique Peña Nieto presentó su primer informe de gobierno al pueblo de México. Son varios los logros que ha alcanzado en los 9 meses que van de su mandato.

Quizás el de mayor trascendencia tiene que ver con la reforma constitucional que ha presentado para modificar el sacrosanto artículo 37  de la Carta Mexicana que, desde 1937, cuando era presidente Lázaro Cárdenas, estableció un férreo monopolio estatal  en todo lo que tiene que ver con la explotación  de hidrocarburos y la generación eléctrica.

Pues bien: Peña Nieto, con el apoyo de su propio partido (el PRI) y con el respaldo del PAN, ha planteado algo que para nosotros los colombianos no es tan novedoso, pero que para México constituye una verdadera revolución conceptual y política: que Pemex se pueda vincular con empresas privadas extranjeras o  mexicanas en contratos de asociación (como acá en Colombia lo hace Ecopetrol desde hace mucho tiempo), para aumentar así los ingentes recursos requeridos en  la gigantesca tarea de buscar crudo en territorio azteca. Igualmente, para que el sector privado pueda generar energía eléctrica para distribuir y vender entre los usuarios (algo que acá estamos haciendo desde los años setentas del siglo pasado, pero que en México es imposible pues el sector privado solo puede  generar para su autoconsumo).

¿Por qué se ha atrevido Peña Nieto a dar este paso  trascendental en asunto tan sensible políticamente?  Sencillamente porque Pemex, a pesar de ser la principal empresa de México, está desbordada financieramente: su endeudamiento ha llegado a límites preocupantes; su capacidad para autogenerar los recursos que requiere México para mantener y recuperar la condición exportadora de crudo está seriamente comprometida; porque la producción de hidrocarburos está declinando peligrosamente en el país azteca (la producción ha caído dramáticamente de 3,4 millones de barriles al día a 2,5 millones); y, finalmente, porque la dependencia fiscal del Estado Mexicano de Pemex es también malsana: casi el 40% de los ingresos fiscales de México provienen de Pemex, lo cual lo ha convertido, como lo demuestra un estudio reciente del BID, en el país de América Latina que más baja tributación obtiene como proporción de su PIB pues vive de la vaca lechera de Pemex.

Claro, los opositores de esta iniciativa no se  han demorado en saltar a la palestra: el inefable López Obrador, en primer lugar, que por principio se opone a toda idea modernizante; y Cuauthemoc Cárdenas para quien lo que hizo su padre, en un contexto bien diferente del actual hace 75 años, es intocable.

Nosotros deberíamos mirar este caso de Pemex a propósito de iniciativas como la de vender a Isagen, cuyo producido podría invertirse en activos más rentables y urgentes del desarrollo colombiano. Por ejemplo, los recursos  que se obtendrían con la venta de Isagen  podrían destinarse, al menos parcialmente, a fortalecer el desarrollo rural del país.  Así evitaríamos además  bandazos como  el que se dio recientemente al presentar el  proyecto de presupuesto para el 2014  donde, de manera incomprensible, se planteó disminuir el presupuesto del sector agropecuario en un 30%. Y  esto, en pleno paro agrario.

Afortunadamente, y gracias a las oportunas voces de alerta que dieron el propio Ministerio de Agricultura, la SAC, y algunos parlamentarios, ya se anunció   que durante la discusión del presupuesto del año entrante -que cursa en el Congreso por estos días- se corregirá tan inoportuna propuesta.

Lo que está sucediendo en México resulta pues de suma importancia. Y bien haríamos los colombianos en sacar  las lecciones que se reflejan este espejo de  Pemex.