JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Mayo de 2013

¿Teléfonos que matan?

 

Además  de compañías de telefonía celular que abusan de su posición dominante -con frescos y engolados abogados que buscan justificar sus exacciones- y perjudican desde el Presidente de la República hasta el más modesto campesino, hay otros temas que flotan alrededor de los móviles. Es bueno ir viéndolos.

Hay hoy más de 5 billones de teléfonos celulares en el mundo, más la suma de instrumentos móviles conectados a redes inalámbricas. Los celulares se volvieron un elemento necesario de la vida moderna. Quienes por razones médicas -aparatos que controlan el ritmo cardíaco, por ejemplo- no pueden usarlos o simplemente no desean cargarlos son vistos como aves raras. Unos y otros gozan, sin embargo, de inmensa libertad y privacidad y, según parece, de menores riesgos de enfermedad.

Parece que la radiación producida por estos aparatos que modificaron en forma definitiva la vida de las personas tiene graves efectos en la salud. Estadísticas recientemente publicadas no pueden provocar sino inquietud. Lo sabemos desde hace tiempo: los celulares o móviles generan radiofrecuencias, un tipo de radiación electromagnética.

Se trataría en teoría de un fenómeno físico totalmente seguro, pese al hecho de que las células humanas, tejidos y órganos más cercanos al lugar donde se usa el aparato -la oreja- absorben esta radiación. Los cardiólogos exigen a sus pacientes que llevan marcapasos o desfibriladores ventriculares permanentes usar los celulares en la oreja derecha y muy medidamente. Otros más temerosos se abstienen de usarlos por completo pues está evidenciado el impacto de las radiofrecuencias en el músculo cardíaco.

Un informe publicado este año en Suecia estudió 1.200 personas a quienes se les diagnosticó tumor cerebral, haciendo un seguimiento detallado acerca del uso de aparatos de comunicación con radiofrecuencia  durante los 15 años anteriores a la erupción del mal. El resultado: las personas que empezaron a utilizar celulares en la adolescencia y continuaron el uso ininterrumpido durante los 10 años siguientes exhibieron mayor probabilidad de contraer tumor cerebral.

La exposición a radiación, o radiofrecuencia, se observa a través de una medida denominada Rata de Absorción Específica (SAR) y el límite se señala en 1.6 vatios por kilogramo.  El concejo de la ciudad de San Francisco, a la vanguardia como es su tradición, aprobó una ordenanza que obliga a los fabricantes de celulares a declarar en el paquete o contrato de venta que se suscriba el SAR. Otras ciudades, como Estocolmo y Boston se alistan a hacerlo. El poderoso CTIA ha bloqueado cualquier regulación en este sentido en la Comisión Federal de Telecomunicaciones de EE.UU. El Parlamento de Holanda discute una medida de esta naturaleza para todo el país.

Ninguno de los resultados sobre  la malignidad potencial del uso de telefonía celular es concluyente. Pero decenas de estudios serios la sugieren. Para los cuidadosos hay alternativas: texting es una. Sea como fuere, la comunicación móvil seguirá creciendo como elemento inherente a la evolución socioeconómica de todos los países

Mientras tanto, nuestro Ministerio de Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones, además de exigirles a las empresas que abusan hoy del mercado en Colombia manteniéndose a raya de la transmisión satelital, tiene que empezar a preocuparse por los impactos de la telefonía celular en la salud, no esperando a que le lleguen estudios foráneos de tercera mano sino llevando a cabo sus propios.

 

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Para quienes la santificación de Laura Montoya no merecía la presencia multitudinaria del alto gobierno en el Vaticano, sepan ustedes que tras ellos, en respaldo cerrado, estamos una mayoría absoluta de colombianos.