JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 30 de Septiembre de 2013

La  antioqueñidad de Mutis

 

‘Todo lo que he escrito está destinado a celebrar, a perpetuar ese rincón de la tierra caliente del que emana la sustancia misma de mis sueños, mis nostalgias, mis terrores y mis dichas. No hay una sola línea que no esté referida, en forma secreta o explícita, al mundo sin límites”.

 

Sin embargo, siempre aclaró Álvaro Mutis que por sus venas corría sangre no tolimense sino de los Mutis del sabio José Celestino,  a partir de la rama de uno de sus hermanos en Santander, y de los Jaramillo asentados en Manizales a donde llegaron de Sonsón colonizando, hacia el sur, las montañas  de la Cordillera Central en lo que hoy son los tres departamentos del eje cafetero y el Tolima.

Los historiadores Jaime Jaramillo Uribe y Ernesto Gutiérrez Arango en dos importantes libros (Historia de Pereira y Episodios Antioqueños) documentaron esta gesta histórica que fue dirigida por los espíritus soñadores pero realistas de Lorenzo Jaramillo Londoño y Pedro Jaramillo Sierra, su primo y cuñado, los dos primeros empresarios de la banca –con depósitos y colocaciones a lomo de mula- y del transporte –a lomo de mula también- que tuvo Colombia. El viejo Caldas y la ladera oriental de la Cordillera Central eran para la mitad del siglo XIX una sucesión de valles hirvientes y templados y picos nevados –donde lucha por subsistir hoy el Parque Nacional de los Nevados- que debió ser una genuina alucinación de los sentidos pues villorrios pequeños se ocultaban tras los colores exuberantes de la naturaleza desatada en su poder creativo.

Sólo el tejido de caminos de mula atravesaba esta malla de vegetación magnífica que alcanzó a respirar Álvaro Mutis y quedó estampada en su festín de palabras. Así, Mutis no fue únicamente escritor, sino historiador en el más alto sentido del oficio. En los últimos años se preocupó por determinar con exactitud la forma que tomó este flujo humano que marchó de Antioquia al sur del país de donde brotó la semilla de su obra genial.

La finca de Coello donde se formó este embrión literario excepcional no había sido fundada, como se informa en los medios a raíz de su muerte, por su abuelo Jerónimo Jaramillo Uribe ni tampoco las oficinas de mercadeo de café en Hamburgo y Amberes. Eran anteriores pues fueron fundadas por su bisabuelo Domingo Jaramillo Jaramillo y los primos de este Pedro, José, Cosme y Francisco Jaramillo Jaramillo, bajo la tutela del tatarabuelo de Mutis, Gregorio Jaramillo Martínez y de su tío tatarabuelo Pedro Jaramillo Sierra. Se trataba de desmontar y sembrar café en las laderas que terminaban en Cocora-Coello y en el primer esfuerzo comercial del país independiente llevarlo a Europa. Pero también de impulsar el cultivo de caña y plátano. El plátano, árbol cuyas hojas tiernas y sedosas acompañaron a Mutis a través de un ventanal de la biblioteca de su casa en México, en un esfuerzo de cultivo difícil en el altiplano mexicano que replicó bellamente el de sus antepasados Jaramillo.

Héctor Abad escribió hace algún tiempo no entender por qué razón los pobres antioqueños de alpargata habían resuelto convertirse en nobles manizalitas si éramos todos de una misma sangre. Cierto. Lo que ocurre es que la acumulación de capital –y una curiosa propensión a las cosas bellas- de estos trabajadores impenitentes  al sur de su terruño permitió a sus descendientes viajar, estudiar y crear poesía. El abuelo de Mutis fue más parisino que manizalita: la historia eterna de las conexiones íntimas entre acumulación de capital y cultura. A alpargata y machete siguen zapatos y dedos de genio literario. ¡Viceversas de la historia!