Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Lunes, 18 de Enero de 2016

¿Y LA MEDICINA PREVENTIVA?

 

Los rezagos tecnológicos que nos hacen subdesarrollados

 

No ha sido posible que en Colombia crezca conciencia acerca de la salud preventiva como tampoco de los factores que la consolidan. Ni en supermercados  ni en tiendas populares ni en restaurantes existen las alternativas a las dietas basadas en grasas saturadas, carbohidratos, carne de res y azúcares nocivas. La instrucción básica y el Estado son invitados de piedra a un fenómeno que deteriora la sociedad. Un libro reciente del médico norteamericano David Perlmutter, Grain Brain[Little Brown, 2015] muestra, por ejemplo, las consecuencias específicas que el exceso de carbohidratos desata en el cuerpo.

 

En EE.UU., campañas intensas tanto de gobierno como de sociedad civil, han empezado a cambiar los hábitos. Los resultados comprobados no son únicamente mejor rendimiento de los menores en las escuelas –los sistemas de enseñanza pública de varias ciudades no brindan hoy el consabido pan, definitivamente correlacionado con menor trabajo neuronal- sino menor gasto en salud pública.

 

El Banco Interamericano de Desarrollo ha dicho una y otra vez que la medicina preventiva –distinta de la ocupacional donde hay logros destacables- tiene rezagos graves en nuestro país. Existe la propensión a que el esfuerzo médico sea reactivo.  Supermercados, cafés y restaurantes y expendedores de concentrados para mascotas utilizan mercadeo de precisión –por ejemplo técnicas sofisticadas de segmentación social- para decidir dónde se construirán los puntos que maximicen ventas. Pues bien, en forma similar hoy en el primer mundo la planeación de salud focaliza comunidades específicas para determinar dónde se requieren con urgencia chequeos, análisis y, finalmente, intervenciones.

 

Para 2030, cerca de 500 millones de personas en el mundo serán diagnosticadas con diabetes, es decir 8 por ciento de la población global. Esta cifra será mayor -entre 10 y 12 por ciento- en países carentes de programas de prevención sólidos, como es el caso de Colombia. Si a esta cifra sumamos nuestro factor demográfico -población que envejece- el costo será inmenso-.

 

Dudo que técnicas de segmentación hayan sido utilizadas por el Ministerio de Salud Pública para identificar riesgos latentes que deban ser atacados preventivamente. Diagnósticos moleculares, así como pruebas y proyecciones genéticas, sumados a la segmentación, permiten detección temprana, reducción de costos y mejores tasas de supervivencia. La medicina curativa ha mostrado perderle la carrera a costos que se multiplican ad infinitum.

 

Desde luego: es necesario adicionar mayores camas en los hospitales públicos, mejores rayos X, más rápidos diagnósticos para quienes llegan irreversiblemente castigados por enfermedades y dolencias de larga incubación. Pero este costo es menor al que busca ir a las raíces de los círculos malignos. En la justa de los déficits del sector salud la única reforma que finalmente gana es la que se endereza a volver actuantes los esquemas preventivos.  Así lo vienen evidenciando varios países.

 

Una institución, Heritage Provider Network desarrolla ahora -ejemplo valioso- un algoritmo para prevenir la innecesaria hospitalización de pacientes.  Los programas mediáticos sobre nutrición adecuada van creando demanda y así, paulatinamente, se origina y vigoriza el mercado alimenticio fundado en el criterio de salud.

 

En varias ciudades se ha instituido la prohibición de expender alcohol y productos del tabaco en áreas aledañas a instituciones de educación. Medida preventiva en todos los sentidos.

 

En Colombia, mientras tanto, seguimos dando vuelta  a enfermedades y riesgos que arrasan, fondos que no alcanzan y hábitos frente a los cuales el Estado pasa ciego. Tal es el subdesarrollo.

 

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Algoritmos: la alcaldía de Lima creó en asocio de la Universidad Católica de Perú un algoritmo con datos en tiempo real –más exacto que GPS- que empezó a ser utilizado en la capital y en Callao y está dando resultados óptimos. ¿Se podría proyectar en nuestras ciudades un elemento similar?