Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Abril de 2016
¿Dónde está la objeción?
 
Un escrito enviado a Semana, el pasado viernes, por los agentes de Colombia en la CIJ Carlos Gustavo Arrieta y Manuel José Cepeda es una colección de letanías nostálgicas acerca de la derrota contundente de Colombia en los dos fallos sobre excepciones preliminares del pasado 17 de marzo.
 
Que el fallo es sorprendente y constituye una injuria son realidades que los agentes han debido anticipar. La lamentación ex post sí que es un agravio al país. Tarea inescapable suya era plantear los escenarios más adversos tras el fallo irregular de noviembre 19 de 2012 y actuar en consecuencia. No lo hicieron. Y por esto deben responder a los órganos de control institucional como Procuraduría General, Contraloría General y, desde luego, Congreso de la República.
 
La canciller Holguín debe solicitar al presidente de la República -si tiene un microscópico asomo de recato hacia el cargo que con mediocridad desempeña- que la mantenga en la posición para enfrentar la responsabilidad gravísima que lleva a cuestas. Y no dejarle a su sucesor semejante tarea. Es ella quien debe dar las respuestas a los debates que han citado la senadora Viviane Morales y el representante Rodrigo Lara.
 
En el escrito mencionado, Arrieta y Cepeda aceptan la contingencia letal para Colombia de que “además hoy sabemos… que la Corte va a delimitar la plataforma continental sin la recomendación de la Comisión de Límites de la ONU, que lo va a hacer sin certeza sobre los fundamentos fácticos y jurídicos -siendo que Colombia no es parte de la Convención sobre Derecho del Mar- y que está dispuesta a modificar, sin justificación expresa, su jurisprudencia en el curso del proceso”.
 
¡Vaya hora para saberlo! Cuando el daño se ha consumado. No leyeron nunca el texto del fallo Bangladesh v Myanmar del Tribunal Internacional del Mar ITLOS (Hamburgo), donde se omite el requisito -no instancia jurisdiccional- del concepto de la Comisión de Límites de Plataforma Continental de la ONU. Y se borra el requerimiento de exámenes geodésicos y geomorfológicos, al ciento por ciento de exactitud, para emprender la vía azarosa del criterio de equidad que ya nos cercenó miles de kilómetros cuadrados.
 
Dicen Arrieta y Cepeda que ya se articuló la teoría de la objeción persistente a Convemar. ¿Dónde está? ¿Tendrían la amabilidad de hacerla conocer ya del país? Se trata de una fibra de la soberanía nacional en que trabajaron -ellos si- con conocimientos, abnegación y modestia los delegados de Colombia ante la Conferencia del Mar de la ONU entre 1973 y1982 Germán Zea, Héctor Charry y Enrique Gaviria. Tengo copia de la totalidad de instrucciones y correspondencia diplomática, cuya paciente compilación adelanté con el doctor Germán Cavelier.
 
La objeción persistente no es, como creen Arrieta y Cepeda, la lista desordenada de posiciones en distintos “medios y foros”. No y mil veces no. Se trata de teoría articulada que ponga de relieve la posición oficial de un Estado por medio de la cual se ejercita el alejamiento de la costumbre internacional. Es un tejido jurídico complejo que la Cancillería no quiso hacer. Si existe, invito a Holguín y los agentes a hacer entrega de su texto a los congresistas Morales y Lara y a los ex presidentes de la República. Lo recomendé en su momento y se dijo que esto para qué.
 
Fui más lejos. Ante el desconocimiento entregué a Cepeda la obra fundamental sobre la materia para que ordenara su copia, pues su adquisición no es posible en Colombia. Si obtuvo las copias, la ósmosis intelectiva nunca ocurrió esta vez en su cerebro omnisciente y genial.
Y subestiman por enésima vez los agentes la academia colombiana. Los pocos críticos son ni más ni menos que los numerosos internacionalistas agrupados en torno a la Academia Colombiana de Derecho Internacional.