Maravillas del país del Sagrado Corazón
Si hay algo grandioso en este país es que suceden cosas que nadie en su sano juicio puede entender.
Un gobernador dice que el Consejo de Estado es una entidad que emite juicios que no son de necesario cumplimiento; un partido que se considera heredero del legado de un expresidente nombra como su nuevo presidente a una persona más que cuestionada por su apetito burocrático y su constante cambio de “parecer político”; el país está inmerso en un hueco en infraestructura generado por la incompetencia de un exministro, pero casualmente apenas se le critica, como si eso de no hacer nada en un cargo público fuese igual que no apostar en un juego de cartas. Y sólo por mencionar algunas cosas, como para no hablar del exalcalde encarcelado que tiene un cuerpo de seguridad a cargo del erario de la ciudad que no terminó de gobernar.
Pero podría decirse que es más grandioso aún que nada pasa. Literalmente, nada. Ya ni siquiera la presión de las investigaciones periodísticas o la opinión pública tienen efecto alguno en las tristes realidades que tenemos que soportar los millones de colombianos.
La plata que se desapareció de las cuentas bogotanas por cuenta del carrusel de la contratación o la de las obras que mitigaban el invierno que nunca se hicieron, deberán estar en los bolsillos de alguien pero ya ni siquiera tenemos la esperanza de recuperar una parte.
Al final creo que ya a los colombianos no nos sorprende nada, de forma que el nivel de indignación es tan generalizado que preferimos ni pensar en lo que está pasando. Hay tan poca credibilidad en el sistema judicial, también inmerso en los problemas de corrupción, que nadie espera nada, como si nuestra justicia fuese una maravilla, un milagro, no la constante con la que se supone deberíamos contar.
Quizá por eso pueda explicarse que seguimos escuchando a los sacerdotes hablando de política, a los políticos como estrellas de la farándula y a la farándula hablándonos de los beneficios de la fe. No creo que sea simplemente un asunto de credibilidad, es más bien un asunto de fe. Somos colombianos por fe, pero no en religión alguna, más bien en que este país sólo tiene una explicación: Colombia es un milagro a pesar de nosotros mismos.
@juandbecerra