Que no nos hagan conejo
POR fin estamos entrando en la etapa más importante de eso que llamaron carrusel de contratación y que no ha hecho más que recordarnos que los ciudadanos somos más grandes que los gobernantes.
Estamos entrando en la olla podrida del Concejo de Bogotá, esa maravilla política que mantiene grandes cacaos, que maneja un montón de influencias y que sin lugar a dudas ha de haber tenido una participación más que importante en el entramado que nos ha robado miles de millones de pesos.
El asunto de empezar a escarbar es quizá aún más complejo en medio de las elecciones, pues aunque al final sean los tamales y las tejas las que determinen los resultados, todos están intentando tapar y tapar para no verse expuestos al público. Y aunque no hayan hecho más que ir a los últimos diez minutos de cada sesión para llevarse los milloncitos correspondientes, dirán que es una cacería de brujas, que han hecho y dado todo por la ciudad y que tómese otra cervecita para que se acuerde de votar por mí.
La verdad es que han sido más los medios de comunicación los que han llevado adelante los procesos investigativos que los mismísimos órganos correspondientes. Evidentemente el show mediático estaba en el proceso contra el Alcalde Mayor y su hermano, mientras los señores de la 34 tranquilos pasaban de agache. Pero la proximidad de los destapes deja algunas cuestiones que han de quedar pendientes, sobre todo ad portas de los comicios cercanos.
La primera de ellas es que la responsabilidad es de todos los partidos. Fueron partícipes los señores del Partido de la U, del Liberal y del Conservador. Esa lavada de manos que han pretendido declarar en favor de su inocencia es más lejana de la realidad que la campaña de Jaime Castro. La segunda, el poco control que históricamente se ha ejercido sobre los miembros del Concejo. Al final el cabildo distrital no es más que una fábrica de fortines electorales que se protege a sí mismo para no dejarse en evidencia.
Mejor dicho, que no nos hagan conejo. El Concejo es tan o más responsable de todo porque es el órgano de control por excelencia para el Alcalde Mayor, pero ha sido su rabo de paja el que le ha impedido cumplir con sus funciones. Y si Bogotá cayó al abismo fue porque ellos lo permitieron o aún más, porque acabaron de empujarla. Sin embargo, es mejor tener claro que elegirán a los mismos, al menos para estar preparados.