Juan Gabriel Uribe Vegalara | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Enero de 2015

“La transición de la violencia a la paz”

NUEVO HORIZONTE

El comienzo del comienzo

De   acuerdo con las circunstancias teóricas, 2015 deberá ser el año en que por fin se comience a hacer transición de la violencia a la paz. Por lo menos en el aspecto guerrillero, vale anotar, porque en otras manifestaciones las cosas siguen igual. Véase no más, por ejemplo, las llamadas así como así “casas de pique”, de Buenaventura, donde literalmente se asesina y tritura a las personas, sin que se suscite reacción alguna como en cambio ocurrió en el país con los sucesos de Francia en la masacre de Charlie Hebdo. Está semana se encontraron nuevas víctimas en el puerto. Nada pasó, nadie dijo mayor cosa. Allá Buenaventura con sus problemas y pleitos entre bandas.

 Tal vez sea por eso, por la inconsistencia pedagógica y espiritual de lo que significa la vida, que actos de semejante calibre pasan inadvertidos. De hecho, no sólo es allí. El sicariato del microtráfico, en Bogotá, cobraba al mismo tiempo tres muertos sumados a otros tres que se produjeron en las afueras de la capital. Tampoco se afirmó mayor cosa. Lo mismo podría decirse con lo que en su momento ocurrió con los hornos crematorios y los lugares de descuartizamiento en algunas zonas paramilitares. Y así sucesivamente, en regresión hasta el “corte de franela”, las “cárceles del pueblo” y demás, remontando la historia nacional.

Pero, bueno, sea precisamente toda esa carga inhumanitaria la que comience a terminar a partir de la cesación guerrillera. Lo que para muchos sería señal de un optimismo desbordado. Inclusive, visto que el proceso de paz ha entrado en una fase de irreversibilidad, quienes no gustan de esa alternativa suelen reiterar que, por más dejación de armas, nada va a cambiar. Hay, sin embargo, derecho a pensar que sí; hay derecho a pensar que el país puede ser diferente al de las últimas décadas. El resto, por supuesto, sería un marchitamiento de la esperanza en la que algunos, fruto de políticas melancólicas proclives al statu quo, querrían ver matriculado al país. Y así, por secula seculorum.

Pues no. Colombia, en medio de las peores vicisitudes que cualquier nación puede soportar, ha venido saliendo adelante, hasta ponerse en la vanguardia latinoamericana en algunos aspectos. Si esto es así, a mitad del más prolongado conflicto armado interno de ningún territorio americano, una vez sea éste superado, el escenario tiene que ser necesariamente otro. A lo que, en el fondo, muchos le tienen pavor. Un cambio principalmente mental, desde luego, que abarca todas las actividades, pasando por la economía, la política, la milicia y el periodismo, entre otras.  

Total, el país habla mucho de paz pero no parece preparado para la paz.  La tregua unilateral indefinida ordenada por las Farc, sumado al inicio de las negociaciones de un cese de fuegos bilateral definitivo, demuestra, no obstante, que está llegando el fin del fin del prolongado período de violencia. O mejor, el comienzo del comienzo del nuevo horizonte que hay que construir.