Júpiter vivía en Villa Lorena desde que tenía tres meses de vida. En 1999, Ana Julia Torres lo rescató de un circo donde lo tenían esclavizado y le habían arrancado las garras; durante esos años forjaron un vínculo muy fuerte, tan fuerte que logró superar los 15 años que es la expectativa de vida en medio silvestre, hoy es un súper abuelo de 20, está despidiéndose en medio de un difícil cáncer hepático.
En 2017 el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente - Dagma- de Cali decidió que Júpiter y otros animales que vivían de Villa Lorena debían desalojar y por tanto fueron reubicados, todos ellos eran rescatados, los primeros que salieron fueron Luis y Santiago, dos pumas que habían vivido durante once años en el refugio, a los pocos días murieron electrocutados en el hogar de paso.
Por estos días se le ha visto a Luis Alfonso Rodríguez, exdirector del Dagma, explicando que en el 2017 se tomó la decisión de enviar a Júpiter al Zooparque los Caimanes, en Montería, debido a que Villa Lorena no tenía los permisos requeridos, además de encontrarse en una zona inundable y que Ana Julia, aunque le daba de comer y lo tenía bien, su tenencia era ilegal. Sostiene que la legislación en la materia es muy estricta y que de no haber procedido a reubicarlo hasta la Procuraduría lo habría sancionado.
Esta historia tiene muchos vacíos, por donde se le vea es un caso de absoluta ineptitud administrativa, autoridades a las que poco les interesa el bienestar animal muy a pesar de que esa es su función constitucional y legal. El Dagma sabía que Júpiter era un caso especial por su edad, conocía las condiciones en las cuales había llegado a manos de Ana Julia, conocía la condiciones del refugio, sólo que por alguna razón, que aún no tenemos clara, decidieron cobrar revancha y trasladar a Júpiter fue un acto injusto porque lo alejó de quien le brindó cuidado material y emocional.
Júpiter nuevamente, a pesar de su dolorosa historia, nos pone como sociedad a reflexionar sobre la empatía que algunos seres humanos desarrollan con los animales racionales, nos muestra que a pesar de las diferencias obvias entre especies, cuando se trata de sentimientos no hay límites. El buen trato se paga con cariño, a nadie le queda dudas que con Ana Julia construyeron un vínculo que va más allá de la fría Ley que los funcionarios insensibles aplicaron como excusa para poner distancia; solo ignoraron que el legislador no ha sido lo suficientemente capaz y valiente de reconocer estas realidades, deben aceptar que Júpiter ganó, decidió vivir sus últimos días al lado de quien le dio cariño.
Definitivamente Júpiter es una gran lección de empatía, nos volvió a recordar que la Ley cuando se aplica sin contexto siempre resultará injusta, muy a pesar de que los que la aplican invoquen autoridad. En estas materias cada vez es más frecuente que las autoridades abandonen el sentido común para respaldar sus acciones.
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