Colombia es un país relativamente joven. En concreto, el 34% de la población tiene menos de 29 años. Tener una población más joven puede representar una oportunidad, pero en nuestro país no parecemos tan convencidos de que así sea y, más bien, estamos convirtiendo a la juventud en un grupo poblacional sobre el cual se asoman riesgos de toda índole. La masacre de cinco niños en Llano Verde, un barrio localizado en el oriente de Cali, y la de nueve jóvenes en Samaniego, Nariño, son apenas una lamentable muestra de lo que ocurre con los jóvenes en Colombia.
Según el DANE, en los últimos meses, el 51.7% de la población más joven ha tenido en la suspensión de actividades académicas por la pandemia su mayor dificultad. Esto es particularmente complejo, si se suma que, según la Asociación Colombiana de Universidades, entre el 20% y el 30% de la población estudiantil no podrá cursar sus semestres en esta segunda parte del año. En el caso de la educación básica primaria y secundaria, el panorama sigue siendo desafiante, particularmente en zonas donde ha sido más intenso el conflicto armado, en donde 40 de cada 100 niños y jóvenes no logran concluir sus estudios de primaria y bachillerato.
En el plano laboral, el panorama es aún más difícil. Si consideramos que 62 de cada 100 jóvenes no logran ingresar a la educación superior, tenemos entonces a toda una generación que no logra desarrollar un elemento clave para la movilidad social como lo es la educación universitaria, en nivel profesional, técnico o tecnológico. Así las cosas, el panorama en el mercado laboral es muy difícil para los jóvenes, que en ciudades como Neiva tienen una tasa de desempleo del 53,4% (para las mujeres es incluso mayor, del 54,6%). En promedio, el desempleo juvenil en las 23 ciudades más importantes de Colombia es del 35%.
La falta de oportunidades tiene una terrible correlación con la violencia. En donde no hay oportunidades y existe una débil presencia del Estado hacen presencia expresiones criminales y violentas que afectan principalmente a los jóvenes. Un dato de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización sitúa la edad promedio de los desmovilizados en Colombia en 17,5 años, lo que nos habla del flagelo que ha vivido el país en torno a los reclutamientos ilegales, mientras el país soporta una tasa de homicidios de jóvenes de 20,9 muertes violentas de personas entre los 10 y 19 años por cada 100.000 habitantes. Para hacernos una idea de lo que esto implica, es posible verlo de esta forma: por cada persona de más de 50 años que es víctima de homicidio en Colombia, mueren cuatro jóvenes de forma violenta. El objetivo debe ser cero en todos los grupos poblacionales, pero es claro que ser joven en Colombia es un factor de riesgo.
Colombia tiene en su juventud a su mayor potencial. Es tiempo de repensarnos ese potencial que tienen nuestros jóvenes, para construir políticas públicas apropiadas y efectivas que reduzcan el desempleo y los riesgos que nuestras nuevas generaciones enfrentan.